viernes, 20 de abril de 2012

día 160 el circo de Fred

Me despierto mejor aunque sigue acompañándome una legión de gérmenes mal educados. Fred me dedica un set de momentos de lo más entretenidos. Primero intenta entrar en una bolsa que es menos de la mitad que ella, esperando el redoble de tambores que debería acompañar su intrépido número de magia. Después bebe del grifo, como un cowboy sediento en medio del oeste tras surcar el desierto sin caballo. Al rato decide que el mejor sitio, de toda la casa, para descansar se encuentra en el pequeño hueco que queda entre la nevera y el armario de arriba, estoy convencida de que tiene más de medio culo al aire, pero le sobra dignidad para aguantar sin que se note.

No consigo trabajar en casa y echo de menos que me dé algo el aire, así que me cruzo de acera y entro en el café de enfrente de casa, ordenador en mano, para intentar escribir algo. El sitio es aun más amplio por dentro de lo que parece por fuera. Somos muchos, cada uno con su ordenador, cada uno con su café, cada uno en su mesa, y sin embargo el local parece que está vació.

Antes de las siete de la tarde cierran el chiringuito. Voy a sacar dinero para pagarle a Jensin la cama, porque señores, me vuelvo a mudar. Esta vez dentro de la misma casa. Con esta ya van cinco habitaciones desde que llegué a la city. Cuatro casas en total y, ahora sí que sí, no estoy dispuesta a volverme a mover.

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