viernes, 13 de abril de 2012

día 145 cuarta mudanza

No empiezo a vivir en la casa nueva hasta mañana, pero hoy ya puedo dejar allí mis trastos. 
 
Acabo de empaquetar cosas y cuando Aline me avisa que ya sale de Harlem con destino Astoria, calculo y llamo al taxista.
En este tiempo me he multiplicado, no sé cómo lo voy a hacer para volver a España. Tengo más equipo, más libros, más ropa, más trastos innecesarios cargados de valor sentimental... qué ruina. Sigo igual que siempre, con un síndrome diógenes galopante que le otorga valor hasta a la pelusa que me encuentro mirándome cara a cara en la puerta del portal.

Volvemos a estar a tres grados y llueve, día ideal, sin duda, para subir y bajar doscientas veces las escaleras.

El taxista aprovecha para perderse un poco en el camino. Ya se me había olvidado lo que era subirse a un coche. Desde que estoy aquí este es mi tercer viaje. El primer día que aterrizamos aquí para ir del aeropuerto a casa de King, cuando mi madre y Javier vinieron para ir del aeropuerto a Queens. Es la primera vez que no vuelvo de un aeropuerto. Creo que el siguiente viaje será yendo a él, qué remedio.

El barrio es cada vez más curioso, entramos por la parte de abajo. Hay muchos judíos con sus sombreros grandes que parecen rollos gigantes de papel del váter de pelo de animal. Llevan chubasqueros especiales para que les quepan dentro de la capucha. Todos combinados en negro. 

Dejamos las cosas en el salón y nos vamos a West4 a comer. Entramos en un restaurante italiano que conoce Aline. La pizza es maravillosa, de lo mejor que he probado en ny, definitivo. Me acuerdo de Carol y de lo que habría disfrutado con el jamón. 

Me doy un paseo tranquilo por Manhattan, he decidido darme el día libre. 

Me cruzo con un mercadillo callejero y pierdo el tiempo mirando piedras para collares. El día sigue gris pero ya no llueve.

Cuando llego a casa empaqueto la comida que me queda y me voy cargada, cual Papa Noel cutre, a casa de Patri y Antonio. Última cena en el barrio en muy buena compañía.

Mañana ya seré una auténtica neoyorquina de Brooklyn.

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