martes, 10 de abril de 2012

día 135 de nuevo Brooklyn

Las rodillas van estando mejor, el arco iris sigue su evolución, aunque doblar o apoyar siguen siendo palabras mayores. 

Vuelvo a Brooklyn, Classon Av, para ver la habitación que no pude ver la otra vez. Está vez sí hay gente para enseñármela. El espacio es pequeño, casi canijo, pero el piso es lo que esperaba del mundo de Brooklyn antes de venir, un loft con ventanales grandes y techos eternos en un super edificio de 12 plantas con veinte mil casas por planta, una vieja fábrica reconstruida para la vida del artista moderno que mora en estos lares de la city. Pinta bien, podría pintar mejor, pero es todo un cambio con respecto a mi anterior vida. En la casa hay dos americanos, un chico que trabaja en una productora y una chica que es diseñadora de textiles y un tercer inquilino británico, que no me he enterado muy bien de cuándo vuelve. Muy Brooklyn todo.

Llevo el ordenador encima, así que me voy directa al Starbucks de Aston Place a currar un poco antes de clase, hoy tengo que entregar pages, pages, pages. Me como una Bento Box al estilo occidental y escribo a ratos... a ratos me distraigo con el ambiente, que se mueve como el mar, dentro del local.

Al salir de clase quedo con Carol en la 23. Aline y yo subimos un poco andando y nos topamos con una manifestación de los Occupy de Wall St, aunque ahora deberían cambiarse el nombre por los de Union Square. Si me paro a contar no sé si hay más policías y medios que gente caminando.

Cenamos las cinco en el dinner de Astoria. El camarero ya es nuestro íntimo amigo.



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