miércoles, 29 de febrero de 2012

día 96 incendiando Queens

Usamos la mañana para terminar de recolocar la casa. Todavía nos quedan bolsas de basura con ropa y libros amontonadas por todas las esquinas.
Quedamos con Patricia y Antonio por la tarde para ir a lo que parece una noche inolvidable, en la que miles de pequeños globos de papel, propulsados por velas, volarán hasta el infinito para cumplir nuestros deseos, formando un jardín de estrellas que se difumina. Digo, de nuevo, parece, porque oro parece y ni plata es. Después de un par de horas esperando, que nos dan de sí un par de cervezas y unas quesadillas, comprobamos cómo un grupo escaso de conciencia nos lleva caminando hasta un parking cerca del río en una de las noches más ventiladas que he visto aquí. El fracaso de los primeros cinco globos, que en vez de subir deciden atormentar al personal que corre de un lado para otro perseguidos por algo que se parece más a un toro de fuego, lo sentencia todo. Decidimos volver a guardar los dos que aún tenemos en la bolsa y volvernos al barrio, ya los haremos volar en Queens una noche tranquila. De nuevo autobús y luego metro. Rematamos con película y palomitas.

viernes, 17 de febrero de 2012

día 95 superheroes contra bedbugs

Hoy día jaleoso... viene Míster Exterminator!!! Así que toca zafarrancho de recogida. Todos los muebles amontonados en el centro de cada habitación, todas las cosas dentro de bolsas de plástico bien atadas, montones, que hoy no me gustan tanto como de costumbre, por todas partes. Toda la tecnología desmontada y empaquetada por partida doble. 
Antes de las 12 de la mañana hemos acabado, pero míster Exterminator llega tarde, pienso en hacerme la Lois Lane y saltar por la ventana para reclamar que Superman llegue antes, pero no sé con seguridad que nuestro sacrificador de Bedbugs tenga tanto interés en nosotras, así que seguimos esperando. Más de dos horas después, mirando la pared y con las tripas gritando, decidimos abandonar el hogar e ir a comer al restaurante que está enfrente de casa. Cogiendo mesa en la ventana podemos vigilar cuando llegue el derivado de los cazafantasmas.

El tipo pasa unos 20 minutos dentro de casa esparciendo su liquiducho por las paredes. No podemos entrar en las próximas 3 ó 4 horas por el olor. Aprovechamos para cumplir un sueño, compramos entradas para ver a Aretha Franklin en el Radio City Music Hall, eso sí, estamos más o menos en la última fila, pero Carol dice que como está un poco gorda no habrá problemas. 

Contentas nos metemos en el metro, decidimos hacer otra cosa que nos ronda la cabeza hace siglos, ir a ver el museo del cine, que está en Queens a tres paradas de casa. No es muy grande pero tiene sus cosas curiosas, descubrimos que Robin Williams es más enano de lo que creíamos, vemos el jersey de Bill Cosby y los flamantes trajes de Miami Vice, los planos para construir la cárcel de El silencio de los corderos... Aunque lo que más ilusión nos hace es encontrarnos con la exposición temporal de Jim Henson, que nos permite ver a Epi y Blas (Ernie y Bert en realidad) los de la tele, los muñecos de verdad, que son casi tan grandes como nosotras, tambien hay un par de Fraggel Rocks, la rana Gustavo, Peggy... 
Recuperamos la infancia y nos ilusionamos más que los niños que tenemos alrededor.

día 94 corte europeo made in USA

Hace días que pienso que necesito deshacerme de esta melena a medio camino entre la casa de la pradera y la dama de las camelias. Patricia me dijo que mirara los vales de Groupon y así lo he hecho. Salgo a la calle con Sana a imprimir mi código de barras y de paso vamos a la biblioteca de Queens a sacarnos el carné. Arramplo con tres libros y tres películas y volvemos a casa. Como a la velocidad del rayo y me teletransporto leyendo una novela gráfica.

Llego al Platinium Salon, en la 23 entre la sexta y la séptima. Me atiende Nico, que me viene a buscar, me da la mano, me lleva hasta una silla y me pregunta qué me quiero hacer. Corto corto, le digo yo. No, contesta él, corto corto no. Pues quítame la raya que la odio. No, esa es tuya, así que no te la quito. Pues haz lo que te de la gana. Pues eso, puedes pasar por aquí que te voy a lavar el pelo. 
Después de un masaje interesante en el que siento que he metido la cabeza en la Thermomix me vuelve a sentar en la misma silla. Me dice que me va a hacer un corte de pelo muy europeo, yo le digo que lo prefiero muy americano que lo europeo ya lo tengo muy mascado, me dice que no, que me pega más el europeo, que obvio, pienso yo.
Resultado, al salir de la peluquería, experiencia más que curiosa, por cierto, muy en la onda de Sex in the city, estoy preparada para ir al casting del siguiente anuncio de Freixenet o para volver a los años 20 a bailar un Charleston.

Me acerco a Strandbooks en busca de un libro para Carol. No lo encuentro. Me acerco a la 34. A Carol le gusta mi nuevo pelo, yo me empiezo a sentir un poco champiñón, pero me encanta no tener pelo en la nuca. Vamos al B&H a por su disco duro. Paseamos sin prisa por la ciudad lo que da una perspectiva diferente de las calles ya dormidas.
Superada la prueba, siempre complicada, de compra de tecnología, bajamos a little Italy al Vig Bar. Al entrar nos tropezamos con Miguel Parga, que ha sido profe de las dos, en la barra. El grupo se va multiplicando, Jo, Sana y Heather se unen a aprovechar la happy hour.

día 93 de vuelta a Jorcaruz

Me levanto preparada y a la espera de "Soul man" de Sam and Dave. Tengo muchas ganas de hablar con los chicos. Ellos y la radio son una de las cosas que más echo de menos. Más de cuatro años de programa dan para millones de recuerdos. 
Como siempre se pasa rápido, media hora que suena a 2 segundos. Qué ilusión poder hablar con ellos, aunque a ratos no nos escuchemos bien. Me gusta saber que a más de 6.000 kilómetros nos seguimos queriendo.

Aline viene a comer a casa. Momento fusión italospanish entre la tortilla de patatas y la mozzarella. Pasamos la tarde de sofá, arreglamos el mundo un par de veces, pero decidimos dejarlo como está. Me siento como en casa, sin necesidad de saber dónde está ya mi casa.

jueves, 16 de febrero de 2012

día 92 de divorcios y otros demonios

He decidido que éste es el último día que discuto... que pienso en alto en él... enough!!!

Como me diría Aretha: ar, i, as, pi, i, si, ti

Decidle adiós a la camiseta, porque yo también lo voy a hacer.

día 91 el descanso del guerrero

Tras las emociones amontonadas, la euforia, los gritos y el desparrame llega la bajada de defensas, el cansancio acumulado que pesa como nunca, la indigestión mental y las ganas de desconectar el cerebro hasta oír la máquina del hospital diciendo: piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... y para todo esto ni mastercard, ni visa: lavandería.

día 90 proud to be new yorkers

La mañana se alarga en la cama, primer día sin madrugar en siglos, se me había olvidado la sensación de no tener prisa. 

Quedamos con Antonio, vamos a ir todos a ver la Superbowl juntos a un bar, nosotras tres a sentirnos integradas, Antonio a trabajar. El partido es largo y tenso, la gente se anima y se agobia por instantes. Nunca había aguantado tantas horas seguidas viendo un evento deportivo por la tele, con millones de anuncios entre medias y actuación, bastante justita, de Madonna, que está a punto de estamparse cuatro veces.

En la mesa también está un amigo de Antonio, Mikele, un francés con más brazos que un pulpo que intenta colarse en la cama de la chica que ha traído, una mujer que como se estire más se parte y que a mitad del partido me hace el comentario que más me ha descolocado en mi vida cuando me ve sacar la cámara: "¿para quién haces las fotos?". La miro, me lo pienso y contesto orgullosa: para mí. Ella me mira sorprendida, sé que en su cabeza piensa: pero eso no está pagado ¿verdad? 
También está Heather, una compañera de clase de Carol muy divertida y muy canadiense ella, aunque vive en Colorado. Hay barra libre de alitas de pollo fritas picantes. Las camareras se pasean con un embudo enganchado a un tubo en una mano y una jarra de cerveza en la otra, cuando alguien se anima ellas le enchufan el tubo para que engullan como ocas a la espera de hacer foie gras mientras los amigos de turno gritan ¡¡¡bebe, bebe, bebe, bebe...!!!! Otra cosa que he podido comprobar que no sólo existe en las películas.

El último minuto nadie en Duke´s respira, pero cuando pitan el final del partido es imposible no sentirte invadido de orgullo porque los Giants han ganado. Suena de fondo New York, New York de Sinatra y todos cantamos a gritos como si ya se pudiera acabar el mundo. 

Replegamos con la intención de volver a casa pero la euforia colectiva que se respira en las calles nos lleva a la aventura de ir a Model´s a ser de los primeros en comprar la camiseta oficial de los Giants como Champions de la Superbowl 46. No contentos con eso nos vamos a Grand Central a sacarnos una foto con la equipación puesta junto al reloj para poder demostrar la hora. La foto nos la acaba haciendo un policía gigante que se nos acerca a preguntarnos si sabemos hasta qué hora estarán vendiendo las camisetas. En esta ciudad nada tiene desperdicio. Como no tenemos suficiente, caminamos hasta Times Square, donde oleadas de azul gritan con alegría Let´s go Giants. 







 Pues eso... Let´s go... let´s go!!!

día 89 tirando el gorro!!!!

Último día. Aline y yo estamos en el laboratorio preparadas, listas, ya, para meter todos los cortos en un disco duro para la proyección de esta noche.
La gente se retrasa y se estira eternamente el horario que habíamos puesto de recogida, ya de por sí más que generoso, de 10 a 14, a las tres y media sólo tenemos cinco incluyendo los nuestros. 
Nos invade una maravillosa sensación de frescor y satisfacción, se acaba esto!!! Increíble, no más Napolitano, no más Bryan, no más hablar de la importancia de la alfombra roja en vez de ver películas. 
Como la gente no se aclara decidimos salir a comer, esta vez probamos suerte en un vegetariano especializado en humus, en la misma calle que el vietnamita. Carol y Francesco se nos unen. 

Volvemos a la escuela a ver si la gente ha terminado, son las cinco y media y la gente sigue haciendo títulos de crédito, nos damos cuenta de que somos las únicas que no hemos nombrado a la New York Film Academy, al fin y al cabo ni siquiera hemos usado el equipo que nos prestaban, ni les hemos dado las gracias a los profesores, aún dudo si hemos aprendido algo de ellos. Carol se mete a ver los cortos de otra sección, que hay otro en el que ha actuado.

Nos volvemos a fugar, necesitamos una cerveza para poder aguantar la proyección, que puede ser terrible. Cuando dan las seis y media volvemos a estar como clavos en la tercera planta, la gente se ha maqueado un poco, aunque no haya alfombra ni roja, ni negra. Antonio y Patricia también se han apuntado al momento yanky de mi graduación.
Entramos en la screening room, Luona monta las mesas, se ha encargado de comprar comida y bebida para todos. Aline y yo nos quedamos en la última fila controlando el ordenador por el que se pasaran las proyecciones. Bryan me pregunta cómo se pronuncian los nombres de la gente y quiénes son, veo que él ha estado aún más atento que yo en sus clases. 
El ridículo es mortal cuando nos empiezan a llamar uno a uno y el señor Bryan nos da el título, que por cierto parece un menú de restaurante. Cuando me toca el turno él no puede evitar una coletilla: "Raquel García, la chica que dice que no sé hablar castellano". Yo le doy la mano y él se empeña en abrazarme para la foto. No la he visto pero debo de tener una cara de ajo tremenda, ahora tendré que exterminarme no se me vaya a pegar nada.

Las proyecciones arrancan y a ratos no puedo contener ni la risa, el profesor, que no me ha hablado en todo el curso, parece que ahora quiere ser mi amigo, porque está también sentado en la última fila, y comenta los cortos uno a uno despellejándolos sin estilo. Aguanta los primeros 60 segundos, se sale de la sala y vuelve para los últimos, parece que alguien le ha informado de las duraciones y eso sí que se lo ha aprendido. 

Al acabar, aplauso, fotos de grupo, o más bien de un grupo homogéneo que enseña los dientes y dos frikys en una esquina que no saben dónde meterse.

Antonio y Patricia han aguantado estoicamente la hora y media de proyección, qué pena haberme perdido los comentarios de Antonio que sé que le saca punta a todo. 

Carol, Aline, Francesco, Darío y yo nos escapamos de nuevo, esta vez hasta el village. Cenamos tranquilos en un restaurante y sonreímos. 

Primera etapa superada.

día 88 más de lo mismo

Vuelta la burra al trigo. 
Montar, montar, montar sin parar... mojar, estender y vuelta a empezar (¿os acordáis de Espinete? Me encantaba cuando cantaba)

Después otra de vietnamita, de risas y de críticas a la escuela.

Con lo poco que me gustan las cosas que se vuelven costumbre cuanto me gusta reírme con Aline y con Carol.

miércoles, 15 de febrero de 2012

día 87 soñando con mi propio Robert Kincaid

Si no os habéis muerto de aburrimiento con mi soporífera semana y aún tenéis ganas de más, os diré que sigo montando. La verdad es que paso la mayor parte del tiempo mirando en la pantalla una barra que avanza lentamente contándome el progreso de los infinitos render que me regalan los efectos. Aunque hoy no me importa tanto. Carol se compró el libro de Los puentes de Madison, yo he visto la película, pero tengo curiosidad por saber cómo respiran Francesca y Robert en el papel, así que se lo he robado. Según paso las páginas de manera inconsciente mis render duran más tiempo. Pon un Kincaid en tu vida, me grita mi cerebro. Pensé que leer una historia de amor me iba a costar un triunfo en estos momentos, pero contra todo pronóstico, me está enseñando todo lo que he tenido, lo que no he tenido y lo que puedo tener. 
Soñar es peligroso. ¿Dónde está mi aventurero, con su paquete de camel y su Nikon bajo el brazo, haciendo fotos de todo lo que se le cruza, que te coge desprevenida de la cintura para bailar en la cocina mientras compartes una cerveza y te desnuda con unas manos que han acariciado el mundo? 
Si alguno sabéis donde está el que me toca a mí en el reparto avisadme, que se ve que estaba mirando para otro lado en ese momento y me lo he perdido.

Nos escapamos a Lannam de nuevo. Hoy como arroz con verduras y pescado. Disfruto de mi elección.

día 86 descubriendo el vietnamita

Vuelta al gallinero. Menos mal que Aline está a mi lado, si no ya estaría calva. 
Mi cabeza se va de excursión: si me hubiera traído el ordenador podría estar montando en casa y no aquí, así él no tendría que estar viviendo con alguien que ya no me quiere, aunque a él sí, y habría conocido mundo. Pero había que elegir entre traer ropa, muy necesaria, dicho sea de paso, o jugármela a recoger una colección de miguitas en la maleta para poder jugar a ser garbancito. Cuando mi maleta pasó por la cinta hecha un auténtico guiñapo tullido me alegré de no llevar nada rompible en ella.

Salimos a comer y nos damos un atracón de época. Descubrimos Lannam, un restaurante vietnamita muy cerca de la escuela, al otro lado de Union Square, en University Pl con E 13th St. Si entras a comer antes de las 4 de la tarde tienen un montón de platos por menos de 7 dólares. Las raciones son exageradamente generosas, vamos que puedes desayunar, comer y cenar todo a la vez. Está muy bueno, el ambiente es tranquilo y no te presionan para que te marches corriendo. Una combinación de circunstancias ideal para la vida moderna.

día 85 que poco me gusta la rutina

De vuelta al agujero. Llego temprano y me doy una vuelta por el barrio. Descubro que en la otra esquina está la escuela de Lee Strasberg, se ve que en una manzana se comprimen gran parte de los aspirantes a actores de la ciudad, mira que es grande y pequeño todo a la vez.
El paseo es más corto de lo que me gustaría, pero ya va siendo mi hora de volver a incubar. 
Montar se me hace pesado a ratos, eterno a instantes. Si siempre dudo de todo, ahora que tengo opción de avance y retroceso la incógnita es mucho más mayúscula. Aquí no hay un fallo irremediable y existen tantas versiones como paciencia tenga tu cerebro. Ninguna parece la más adecuada. Me tiro un rato de los pelos. Creo que toda la sala, unas 50 estaciones de montaje, estamos en las mismas. Nos reclinamos en la silla, nos acercamos a la pantalla, cogemos el ratón, lo soltamos, ajustamos el audio de los cascos, tecleamos algo discreto, nos volvemos a alejar, miramos de refilón el ordenador del de al lado, el de detrás, nos distraemos con uno que cruza rápido camino al baño, miramos la lucecita que parpadea del disco duro, movemos el ratón, nos acercamos a la pantalla... y cuando te das cuenta ya se ha vuelto a pasar la hora de comer.

martes, 14 de febrero de 2012

día 84 en blanco

A veces lo llevo mejor, a veces lo llevo peor. 

¿Por qué no nos dan una guía para superar divorcios antes de que celebremos el aniversario del segundo día en pareja? 

No sé si lo haría más fácil o no, pero ayudaría seguro.



lunes, 13 de febrero de 2012

día 83 la película dentro de la película

Llegamos temprano a la escuela. El que tiene que abrir la puerta se ha dormido. Hace frío. Hay un coro de gospel esperando, son una legión con un letrero de neón en la cabeza que me dice: "te vamos a fastidiar la voz en off... seguro que nos oyes de fondo, canturreando oh lord my lord"
Cuando finalmente abren, entramos como pirañas al grito de tonto el último.
Aline enchufa el Zoom al micro del sound booth. Carol se siente de OT dentro de la minipecera. Yo me tiro de los pelos porque Jeff anuncia que llegará tarde.
Aline se marcha a Adorama a devolver los micros. Grabamos las frases de Carol, como tenemos tiempo podemos graduar casi palabra por palabra, cuando acabamos tengo más de cien cortes de audio, cada uno un pelín más arriba o un pelín más abajo. Carol dice que le ha costado hacer la voz en off, yo estoy muy contenta con el trabajo que ha hecho. Aline vuelve. 
Esperamos al actor durante dos eternas horas. Llega medio corriendo, ha perdido el autobús y se le ha hecho tarde. Carol y Aline aprovechan para ir a comer. Jeff y yo nos quedamos solos. Entramos en la pecera, se quita las botas de cowboy para poder hablar directamente enfrente del micro. Antes de que empecemos respira, se mete la mano dentro del pantalón, gesto que al principio me deja bastante desconcertada, y saca una pistola que deja encima de la mesa acompañada de la frase "no dejes que me la olvide". El asunto me acaba de matar, retóricamente hablando. La sala de doblaje tiene una superficie de un metro cuadrado, dentro un ordenador, un micrófono, una grabadora, él, yo y la pistola. Me siento dentro de una película. Empezamos a grabar, a ratos me da miedo corregir cosas, la pistola no deja de mirarme. En una larga media hora incómoda, salimos de la pecera. Las chicas han vuelto hace un rato de comer.
Nos vamos todos al metro y volvemos a grabar los planos que hicimos con la Lomokino. Esta vez soy consciente de que estoy rodando en la calle sin permisos y que uno de los actores va armado. Creo que nunca he acabado tan rápido un rodaje.
Para despejar el cerebro decidimos andar hasta la siguiente parada antes de subirnos al metro para ir a casa. Las montañas de basura crecen en las aceras. Pasamos por la puerta del primer sitio en el que nos paramos a comer cuando pisamos por primera vez Manhattan, parece que estemos recordando nuestra infancia. Las horas en esta ciudad se multiplican peligrosamente estirando los días como si el chicle no fuera nunca a romperse.

día 82 entre floretes

Aline viene temprano a casa. Probamos el Zoom, solo, con los micros, sólo con el cañón, sólo con el inalámbrico. Susurramos, gritamos, caminamos... Parece que todo funciona. 
Antes de sentarnos a comer, vivimos un pequeño percance en el baño. Cuando Aline me llama, veo que chapotea en calcetines. La taza del water ha decidido improvisar una piscina, se ve que le ha dado momento veraniego o que con tanta calefacción cree óptimo tener charco climatizado.  Nos ponemos manos a la obra y decidimos recordarle al baño que no puede decidir por sí solo. Está claro que la modernidad de las instalaciones de la casa también ayuda a que estas cosas sucedan. 

Vamos al Upper West Side a la escuela de esgrima. Llegamos temprano y podemos disfrutar de ver a Nam impartir un par de clases particulares. Eso me da pie a entender que es un hombre sin tonos medios, o susurra o grita. Junta inglés con coreano y aunque no se le entienda, se hace entender.
Cuando la sala se despeja sacamos los bártulos, montamos los cables y le colocamos el inalámbrico dentro de la mascara. John ya está reventado antes de empezar la clase con Nam, lleva ya varias horas con el traje enfundado, pero mantiene el tipo durante media hora más. Los dos hablan en coreano y se mueven por la pista. El baile es bonito, los volúmenes cambian a mucha velocidad, Aline les sigue con la pértiga, yo intento que no se note mucho que no paro de apretar botones. Es difícil predecir cuándo llega un silencio mientras escuchas coreano, pasado un rato decido asumir que no existen los puntos y aparte en este idioma.


domingo, 12 de febrero de 2012

día 81 cena y palomitas

La rutina se multiplica. Otro día montando. Me siento lenta y pesada. No veo nada claro. Estoy encerrada. Me hace falta gritar. Quiero ver la luz. ¿Me acuerdo de respirar? 
Me fugo a la calle, como con Aline y recupero un momento de equilibrio, mi diálogo ya no suena tanto a besugo.
Me voy a la ocho a recoger el resultado de la Lomokino, pero aún no está. Tengo que esperar dos horas, no me puedo ir a casa porque me daría tiempo a tocar la pared de mi habitación, decir "por mí y por todos mis compañeros" y tendría que volver a salir hacia aquí. 
Decido quedarme en una cafetería que hay cerca de la tienda, en la misma calle. Saco el libro que compré ayer y compruebo que vivo en una ciudad paralela, me pregunto cuántas ciudades tiene esta ciudad y la duda me da de sí un té con leche y una muffin de arándanos.
Cuando recojo los rollos me cabreo, los han cortado, el escaneado está a tan mínima resolución que puedes contar los píxeles de cada fotograma con una mano y un pie. Eso sí, cobrar me han cobrado por un cuadro de Dalí plagado de detalles.
Quedo con Antonio y con Carol en la Sexta Avenida, yo ando hacia arriba, ellos hacia abajo, donde nos encontremos nos encontramos. 
Esta noche volvemos a tener cena de españoles desahuciados, con película y palomitas de postre en el Acrópolis, ese edificio de ladrillos blancos que siempre nos trae infinitos recuerdos en fila india.

Me gusta la familia que nos hemos construido entre los cuatro

día 80 pasado por agua

Otra mañana de gallinero poniendo huevos, hoy más aburrida porque además estoy sola. Me como el sandwich que he traído, dando una vuelta a la manzana para que me dé el aire.
Quedo con Aline en la puerta del metro y vamos a coger un Chai tea a la tetería antes de volver a la escuela para recoger material. Hoy rodamos los exteriores de Djibril, el día acompaña de una manera maravillosa: está ultranublado, llueve a cántaros y el viento no se cansa de soplar. Ideal.
Recogemos el material y salimos a los bancos de Union Square, al menos no hay que irse muy lejos. Fernanda, la actriz, se tiene que sentar y tumbar en un banco que está calado y no puede ponerse el abrigo porque daría fallo de raccord. Aguanta sin rechistar. En menos de una hora y media hemos acabado, entre otras cosas porque ella se tiene que ir. 
Le pasamos la toalla a la cámara y el trípode y devolvemos todo como si no hubiéramos tocado un plato.
Me voy a buscar a Carol, que hoy está en el edificio del Soho y ponemos rumbo al Instituto Cervantes, Elvira Lindo presenta su particular guía de Nueva York. Antonio llega a la mitad, en camisa y maquillado, es lo que tiene trabajar en la tele.
La tertulia está entretenida y animada. Como era de esperar me sorprende más su marido que ella, y como también era de esperar alguien del público consigue decepcionarme con algún comentario. Los españoles siempre demostrando que no terminamos de saber estar en los sitios, al menos algunos.
Paraguas en mano volamos hasta Times Square, recogemos a Patricia y nos escondemos en el metro. 
De vuelta a casa nos reímos en el metro, qué sano es distraer el cerebro.

sábado, 11 de febrero de 2012

día 79 una de teatro

Paso la mañana montando, de nuevo encerrada en el sótano de la tercera planta que nos convierte en gallinas incubadoras, sin saber si es de día o de noche, sin conciencia del tiempo y del espacio. En algún render me escapo, bajo las escaleras corriendo, como si tuviera de nuevo 5 años y fuera en busca de los regalos de reyes. Salgo a la calle siempre con cierto miedo de descubrir que el mundo exterior ha desaparecido, pero siempre sigue ahí, inalterable, con su ruido y sus prisas. 

Carol me escribe, tenemos entradas para el teatro esta noche. Ella tiene ensayo. Yo me voy de paseo, de la 17 a la 49. El sol, que no calienta, hace entretenido el caminar. La Quinta Avenida ya me resulta casi tan familiar como la Gran Vía de Madrid.  

Cuando la luz me abandona y el viento me recuerda que es invierno, decido entrar en un McDonald a pasar el rato. Estos establecimientos aquí no tienen desperdicio. Generalmente suponen el refugio del reino de los unos, que a veces se deciden a no estar solos y se agrupan por mesas sin ton ni son. La gente sin hogar o sin ganas de ir al que sí tienen le dan un aspecto de comedor social digno de admiración. Muchos duermen sobre las mesas, otros multiplican los segundos a sorbos de un horripilante café. Siempre hay algo que hacer para no hacer nada. A mí me gusta sentarme, lo más centrada posible, en este escenario del surrealismo. Me regala momentos curiosos, personajes que invento que conozco, me siento menos hormiga perdida y más ciudadana de un mundo a la deriva. Creo que aquí dentro nadie tenemos norte y eso, en cierta manera, nos une. 
Carol me llama, me recuerda que no estoy tan sola como creo y me voy a recogerla, que está ya junto al teatro.
En la puerta nos encontramos también con Jo y dos de sus profesores. Es increíble cómo cambian las cosas de un programa a otro en la misma escuela, a nosotros casi nos cobran hasta el papel del baño y a ellos les regalan entradas para ir a ver espectáculos. Las de hoy las agradecemos por partida doble, porque le han dado para ella y para mí y entrar a la obra supone unos 85 dólares por cabeza.

La disfrutamos. 





martes, 7 de febrero de 2012

día 78 coney island lager

Quedo con Aline en la puerta del B&H, cada día que acumulo en el establecimiento me siento más capaz de caminar por él, aunque no de entenderlo. Llego antes que ella, así que entro, nos veremos directamente en la sección de audio.  Me he decidido a ampliar equipo.
La mañana aquí se estira, primero pedimos el zoom, nos mandan a un mostrador con un ticket, en ese mostrador nos dan otro ticket que luego puedes entregar en otro mostrador para pagar, donde te dan otro ticket para ir a otro mostrador a recoger lo que has comprado. Este sistema lioso me sigue pareciendo absurdo. Entre medias vamos a mirar otra cosa. Aline quiere cajas de CDs, repetimos operación. Después vamos a la grip zone y preguntamos. Vamos a por una mochila de cámara y al final tenemos una montaña de tickets que cambiar por cosas. Parece que hemos ganado el premio gordo en la feria del pueblo.
Con todo ya a cuestas salimos del edificio para volver a entrar por otra puerta y probar a devolver el acople para el hombro que hemos usado para el rodaje en Albany. El hombre de devoluciones creo que no sabe ni qué hay dentro de la caja, pero como Aline ha vuelto a envolver todo en sus plásticos originales acaba aceptándolo. Le reembolsarán el dinero en su tarjeta de crédito. Nos ha salido gratis usarlo. 
Con los deberes hechos, nos vamos a comer. Entramos en un bar restaurante que tiene unos 20 televisores repartidos en el espacio, más que camareros, que también suman más que clientes. El sitio es tranquilo, queremos quedarnos aquí a trabajar en el montaje, pero como siempre, a mitad de la comida ya nos están dejando la cuenta sobre la mesa. 
Vamos a la escuela, paso a hablar con Blake, supuestamente mi tutor, un chico empanado que ya no se quita la visera ni con espátula. Cruzo los dedos para que el siguiente curso sea mejor. Pedimos hora en el laboratorio de edición para toda la semana, hoy está completo Como siempre los sofás de la tercera planta están ocupados y el ruido y el ambiente no acompañan para querer trabajar aquí. Optamos por irnos a la tetería de la 17, pedirnos un par de Chai Tea Latte y sacar allí el Mac para revisar cosas.

De vuelta en Queens quedo con Carol, Patricia y Antonio. Nos vamos a cenar a un japonés cerca del parque de Astoria que los martes está de oferta, dos platos 10 dólares. Sushi, makes, sashimi... una carta con unas 20 opciones que el camarero, barra cocinero, prepara enfrente de ti. Todo un descubrimiento, rico, barato y con Coney Island Lager. Cómo me gustan los encuentros de españoles expatriados.

lunes, 6 de febrero de 2012

día 77 recuperando calcetines

Se supone que hoy es el día que empezamos a montar, se supone. 
Decido quedarme en casa e intentar trabajar un poco aquí. El sábado tengo reservado el sound booth y tengo que revisar la voz en off. El inglés se me antoja mucho menos poético que el castellano. Suena plano. 
La cabeza me divaga, creo que hasta se va de viaje y me abandona un buen rato. Cuando vuelve decido hacer algo más productivo y bajo a la lavandería. 
El lunes es el día ideal, un hombre despistado que deja la ropa y sale corriendo, la mujer puertorriqueña que trabaja allí, el canal telemundo a todo trapo, la silla de plástico blanco vacía y yo. 

Todo un remanso de paz si no fuera por los problemas varios intestinales que va relatando el señor presentador con todo detalle. 

Así se me ha quedado esta cara de gamba.

día 76 nieve en la playa

Quedamos en Coney Island a las 9 de la mañana para rodar. Este lugar ya es un fetiche que comparto. Cruzarse la línea amarilla de punta a punta, o de Queens a Brooklyn que es lo mismo, siempre es un placer, pero hoy que puedo disfrutar de ver cómo le sienta la nieve a la ciudad es una delicia. Pienso en la playa, en la alfombra que habrá, o no, sobre la arena.
Al salir en la parada de Aquarium ya veo el Park Luna nevado, la tentación de necesitar ir a verlo de cerca aumenta. 
Empezamos a rodar sin problemas, rápido como siempre. John, el actor, creo que no viene muy preparado para tanto frío, pero no protesta aunque le tiemblan hasta los dientes. 
Nos colamos dentro de un edificio ruso a rodar y pasados unos minutos viene un guardia de seguridad a echarnos. Esta vez no tengo familia que inventar y la conversación seca no parece dar pie a buscar alguna excusa. Nos acercamos al metro, rodamos algún plano más. La nieve en la ciudad hace a veces difícil andar, John se desplaza patinando sobre sus deportivas, nosotras clavamos nuestras superbotas. Menos mal que ayer dejé esto solucionado.
Acabamos y decidimos acercarnos a la playa antes de irnos. Me encanta el paseo, las atracciones ancladas son aún más poéticas, si cabe, cubiertas de nieve. El lugar está animado, parece que es el único sitio en el que les sorprende la nieve o somos todos turistas, no sé qué opción elegir. 
La playa y su manta aislante dan paz. Sueño en irme a vivir muy al norte, en poder disfrutar de esto todos los días. Ya no tengo ni frío. Nos damos un rato de esparcimiento. 

Cuando volvemos a Manhattan la veo más gris que de costumbre. Paramos en la 34 para poder ir al baño y comer algo. Entramos en Macy's que parece que nos permite hacer las dos cosas. Es la primera vez que me paseo por estos grandes almacenes, es una especie de Corte Inglés pero en gigante. Atravesamos la sección de cuchillos, que parece no tener fin, y nos sentamos a comer al fondo a la izquierda, en una especie de Whole Food donde también te rellenas tu cajita y pagas tu comida al peso.

De nuevo al metro y hasta Queens, los últimos planos los rodamos en mi casa. Queda poca luz pero el 50mm de Aline hace magia abierto a 1.4.
Por cierto, casi se me olvida, hemos rodado en el metro, no teníamos muy claro si íbamos a acabar detenidas, pero al final hemos plantado hasta el trípode dentro del vagón y nadie ha dicho nada. 

No hay nada como no preguntar.

Hemos acabado de rodar el corto Aline, ya sólo queda la voz en off

día 75 la primera nevada chispas

La mañana amanece silenciosa, de fondo, a lo lejos, alguien rasca el suelo. 
Me levanto, no sé por qué algo me lleva a irme directa a la ventana, recojo la cortina y al otro lado impera el blanco. La escalera de incendios está alfombrada y mullidita de nieve. Los copos siguen cayendo.
En la cocina está Carol, preparando café con una enorme sonrisa: ¡¡¡Está nevando!!!
La excitación del momento esperado es lógica, ha hecho mucho frío estos días pero aún no habíamos vivido la tan típica estampa navideña neoyorquina. 
Carol se marcha a clase, envuelta en sus superbotas y su abrigo oso. Yo me desperezo y me mentalizo para la aventura. Las botas de nieve que me compre por 25 dólares murieron en Albany, la confianza depositada en ellas y su precio de saldo no era equivalente a lo que estaban dispuestas a ofrecer. 
Me calzo las Camper, que hasta ahora han aguantado como maestras los días de intensas lluvias y me voy a la calle con la tonta confianza de solucionar rápido el asunto. 
Me distraigo por la calle, sacar fotos es una tentación tan potente que ya ni importa perder las manos por la osadía. 
Tres vueltas por el barrio, chequeadas todas las tiendas de zapatos y ni rastro de botas decentes. En la puerta del FootLocker la gente hace cola, aún no he conseguido entenderlo, sólo se puede pasar dentro de tres en tres. El dependiente me recomienda irme a la 30, que hay varias tiendas de calzado. Teniendo en cuenta el día, me avisa de que mejor me vaya en metro aunque sean dos paradas. Sigo su consejo y descubro que nieva hasta dentro del vagón. Por esta zona el metro corre al aire libre, elevado, dejándonos ver las casas de las últimas plantas, envidiando la vida en los áticos.
Es la primera vez que me bajo en la 30 en Queens, el barrio está bien surtido de locales de todo tipo que están empezando a abrir. La calle se multiplica de palas que intentan facilitar la vida de los viandantes. El "ras, ras, ras" de las palas, el "crec, crec, crec" de los pies pisando el blanco, el "ffffsssssshhhhh" de la furgonetas quitanieves y el "uuuuoo" producto de algún que otro resbalón, crean una sinfonía conjunta animada y curiosa. 
Aquí tampoco tengo éxito, parece que tengo el pie demasiado grande para mujer y demasiado pequeño para hombre, ¿tendré que cortarme los dedos para encontrar botas de mi talla?
Me vuelvo a casa antes de morir de congelación. Las Camper ya se resienten y no siento mucho los pies. 
Como, recupero las extremidades y me vuelvo a lanzar a la aventura, esta vez voy directa a Manhattan. Tengo menos de una hora para conseguirlo, espero que las deportivas aguanten el paseo. 
 En Broadway, donde tres mil personas pisan el mismo centímetro cuadrado de suelo por segundo, la nieve está sucia, la tinta de calamar se fusiona perfectamente, hay charcos y sal, pies que chapotean, turistas que no saben cómo caminar. El tráfico sigue igual de denso que siempre, parece que nadie se ha dado cuenta de que ha nevado.
En la tercera tienda consigo unas que aguantan hasta 32 grados bajo cero por un precio razonable, me las pruebo, son cómodas y no tienen pelo extravagante en los laterales. Las compro y me las llevo puestas. Mis pies aplauden y me dan las gracias, están sanos, salvos y calentitos. Las deportivas, escondidas en la mochila, también me agradecen el receso.
Me quedan 20 minutos para llegar al rodaje de esta tarde en Union Square. Estreno las botas pisando toda la nieve que pillo, hasta chapoteo un poco de más en alguna esquina cuando nadie me mira.


 

miércoles, 1 de febrero de 2012

día 74 las ardillas de Astoria Park

Hoy rodamos lo mío, si se puede, si me deja el tiempo, que está exageradamente congelado, y si la ley de Murphy deja de confabularse en mi contra.
Jeff, el actor, llega a la hora pero se mete a desayunar. Empezamos con un poco de retraso, pero vamos rápidos, así que confío que podemos ganar el tiempo que hemos perdido. 
Cuando llegamos al parque la temperatura asusta, la humedad del río, justo enfrente de nosotros, y el viento huracanado del día previo a la nevada, nos obligan a cambiar la localización, vamos, el banco. Acabamos en otro más recogido, el plano es más feo, pero es más práctico no ver cómo les castañetean los dientes.
Carol, como siempre, está impecable, enroscada en la manta es capaz hasta de reír. Se aventura en un descanso a dar de comer a una ardilla. A la ardilla le puede el ansia y acaba mordiéndola. Pasados 10 minutos estamos rodando rodeados de animales, Carol parece la Cenicienta, con 8 ardillas con los dientes afilados intentando acercarse a su pierna y trepar. No he podido usar ese plano porque cada vez que lo veo no puedo parar de reírme, la fusión hada de los bosques y muñeco diabólico es too much. 
Acabado el banco, Carol y Jeff se adelantan para pedir la comida y Aline y yo resistimos un poco más el frío para rodar un plano más.
Nos comemos una pizza, pasamos por casa para coger los cambios de vestuario y la Lomokino. Jeff habla sobre la importancia de ir armado, Aline tiene los ojos como platos, yo me sé parte de la historia, Carol ya ni le escucha. 
Un rato de metro y estamos en City Hall. Aceleramos porque el tiempo ha vuelto a coger carrerilla.
Jugar a hacer improvisaciones en medio de la calle es hasta divertido. 
Cuando llegamos a Chinatown el sol ya nos ha abandonado. Para celebrar que parece, y digo parece, que más o menos todo ha ido bien nos sentamos en una cafetería a bebernos un té y comernos unos dulces que ha elegido Jeff.

Por cierto las fotos de hoy son cortesía de Aline.

día 73 inventandome parientes

De nuevo rodamos en Harlem, esta vez toca conocer otra vertiente, más al oeste, frente a Riverside Drive. Se trata del Trinity Cementery, elegante y curioso, ya que está a pie de calle en medio de la ciudad. Sabíamos que podía ser complicado trabajar aquí, pero hemos alcanzado un nivel de confianza suprema que nos creernos inmortales, tal vez en parte empecemos a serlo. 
Entramos discretas y rápidas, Luona, Aline y yo. Hablamos en susurros para no levantar sospechas. Aline monta la cámara escondida en una esquina. Despliego sigilosa el trípode, pero antes de que la última pata esté abierta un guardia de seguridad montado en una camioneta nos llama. 
Me acerco tranquila con mi mejor sonrisa. Me facilita la vida que el tipo sea latino, soy más rápida pensando en castellano, así que antes si quiera de que me de cuenta ya le estoy explicando que hemos venido desde lejos a sacar una foto de la tumba de un familiar. El hombre me mira y apaga el motor. Sale relajado, como quien está en su caso, lo cual parece su caso, me dice que tengo que ir a la oficina y enseñar mi documentación. Echo un vistazo rápido a los nombres que hay en plano, ningún García, no sé por qué no me sorprendo. Le explico que recojo el material y ahora paso por la oficina, que si se puede ir acercando él enseguida voy con mi DNI, me contesta que no hace falta que lo quite, que si es todo correcto me dan el permiso. Yo insisto en no molestar y recoger, quedo de educada y él se dirige caminando a la oficina. Yo camino gritando en silencio, mascullando dónde podemos encontrar otro cementerio cerca para rodar los planos que faltan. Alargamos el tiempo, no se tarda tanto en guardar un trípode en una funda. Tengo una esperanza absurda que al final se cumple. Cuando el disimulo se empieza a pasar de castaño oscuro el hombre aparece caminando, me pega un grito desde la puerta de la camioneta y me dice que en la oficina le han dicho que puedo sacar la foto, pero que no tarde mucho. Respiramos. Nos damos al cine de batalla en su más puro estilo y antes de irnos nos rascamos cinco planos. Me alegro de que el corto de Aline tenga final, pero la batalla no está aún ganada. 
El segundo episodio se llama coger un autobús de los que van al centro y grabar dentro, con el acople del hombro o la metralleta cargada, depende de como se coja.
Esperamos un poco en la parada, nos subimos como si la película no fuera con nosotras, Luona se sienta en un lateral, yo me quedo en medio para que el conductor no nos vea mucho y Aline graba durante medio recorrido de la línea. Los planos de Luana están acabados. Ya somos unas profesionales del cine ilegal.

Cenamos con Patricia y Antonio, en una de estas noches de españoles expatriados que te hacen sentirte cerca de casa. Se me cae la cabeza, antes de quedarme dormida pegada en el sofá de sky azul de su salón, le digo a Carol que necesito retirarme a mis aposentos.
Hemos quedado para darnos un homenaje de japo la semana que viene.