martes, 29 de noviembre de 2011

día 22 de la 59 a la 4


Nos despertamos con ganas de turismo. El día está nublado, salimos preparadas hasta las cejas, abrigo, chaqueta, manga larga, manga corta... pero no hace frío. Paramos en Lexington con la 59 y bajamos caminando caminando en dirección a Grand Central, que como la combinación por dentro nos sale más y el tiempo acompaña, preferimos hacerlo por arriba. Los rascacielos se multiplican, con sus paredes de espejos que hacen que la ciudad brille hasta de día. Por la mañana las calles son más transitables, no me siento una oveja perdida que no sabe a que rebaño seguir y sin embargo sin darme cuenta me cruzo con él. El Crisler me vigila desde la acera de enfrente, menos mal que aquí camino mirando al cielo, si no te los pierdes. Pienso que es mucho más espectacular que el Empire, pero qué le vamos a hacer, King Kong no eligió colgarse de su antena. 
Un poco más y estamos en la 42. La Grand Central y su mármol se abren a la calle soltando bocanadas de gente y calor. Dentro es espectacular. El vestíbulo principal es muy grande, no como el reloj, punto de encuentro de tantos planos cinematográficos, que si te descuidas ni lo ves. La planta baja está llena de locales de comida y bebida que comparten pasillos con maletines que corren porque pierden el tren. Los baños también se multiplican, convirtiéndolo en el lugar ideal a visitar cuando aprieten las ganas y no estas dispuesto a tomar otro café para poder entrar al aseo. 
Salimos por la 42 hacia la 5 avenida, los escaparates navideños empiezan a hacer acto de presencia. Por toda la ciudad hay restaurantes que ofrecen menú de sopa y medio bocadillo. Volvemos a picar en el anzuelo, esta vez pruebo las lentejas, que son veganas y ricas, muy calentitas ellas, y el bocadillo de pollo alemán, en pan de centeno. Buena combinación por 7 dolares. 
El Rockefeller Ctr aun no ha hecho el encendido oficial del árbol, aunque las bombillas ya están todas colocadas en su sitio. En la pista de hielo la gente da vueltas como si fueran hamsters en las ruedas de sus jaulas. Alguno intenta hacer pinitos con un salto de vez en cuando, otros se agarran a la barandilla conscientes de que su vida está en juego. Si te paras a mirar la vista atrapa, es como una centrifugadora, solo que aquí dan vueltas personas que se ríen, se caen, se besan.
Al lado queda la tienda de Lego, que como todas ellas, siempre es una delicia que te devuelve a la infancia. Con sus mini escaparates con decorados y personajes al más puro estilo newyorker. Una abuela da de comer a las palomas en Central Park, un grupo de amigas compran perritos en un carrito de la calle, unos obreros arreglan una salida de humos. Por toda la tienda se pasea un dragón verde de escamas rojas, hay más gente haciendo fotos que comprando muñecos. 
Después de ver el nuevo escaparate de Tiffany, que este año es una libre adaptación de los carruseles de caballitos, nos vamos a nuestro sitio preferido para robar internet: la puerta del Apple Store, si necesitáis Internet, ésta es probablemente la mejor conexión gratuita de la ciudad, aunque estén enganchadas 600 personas a la vez como aves de rapiña en la puerta. Dentro de la tienda es aun más curioso, la gente aprovecha los ordenadores de exposición para chequear sus correos, incluso los hay más atrevidos que se llevan los cascos de casa y hablan por el Skype con sus amigos mientras los dependientes uniformados se pasean a su lado.
Con fuerzas repuestas y con plan asegurado caminamos de aquí, la 59, hasta la 4, que suena a poco, pero es mucho. Por el camino nos sorprenden las tiendas y la gente, siempre hay algo que mirar. Me compro dos libros en un puesto callejero uno de William Goldman y otro de Syd Field, un poco de new y otro poco de old school. 
Quedamos con Ana que nos enseña el Belga, un rincón en la 4W, con una entrada roja, plagada de luces rojas que le da un ambiente entre puticlub de carretera y cuarto oscuro de laboratorio. La entrada es discreta, un pequeño cartel escrito con tiza que te lleva a un patio con unas 10 mesitas. La cerveza es cara, unos 7 dolares con las tips, pero el ambiente es ideal para un momento de relax cerebral o de expandimiento intelectual. Punto a su favor: se puede fumar.

domingo, 27 de noviembre de 2011

día 21 de perreo en la lavandería

Dos días seguidos en Astoria sin usar la metrocard, esa fiel compañera sin la que no se puede vivir en esta ciudad. Aunque ayer nos acostamos tarde volvemos a nuestra antigua rutina de no llegar a las 7 horas de sueño. Ya no puede ser el jetlag así que le culparé a la calefacción caribeña que suena continuamente. Los primeros dos días nos volvimos locas, pensando que la cama se estaba rompiendo, que el armario se iba a caer o que las maletas apretadas estaban pensando en explotar. Al final descubrimos que hay algo que gotea y choca dentro de las tuberías cada vez que encienden el calor. 

Damos una vuelta por el barrio y nos pasamos por el Fleamarket de la iglesia. Aquí, como en Inglaterra, se lleva mucho el rollo tienda de caridad, muy recomendable el curiosear, primero por la gente que te cruzas, toda una ocasión para hablar con yayos autóctonos, y segundo por lo que venden, vinilos, dvds, zapatos, juguetes... todo lo que parece que estorba en casa tiene aquí un lugar en una mesa junto a un cartelito en el que dice todo a un dólar. Nos compramos unas camisetas, 3 por dos dólares, que ya nos lanzamos hasta a regatear, y dos bolsos, el mío bastante hortera, las cosas como son. 
Se multiplican por la calle los puestos de venta de árboles de navidad. Aquí no tienen tiesto, te llevas el tronco cortado a ras a casa. ¿Eso se puede replantar o dentro de un mes van a estar las calles hasta arriba de pinos chuchurríos?

Aprovechamos la poca actividad del día para pasar por la lavandería, que ya nos hacía falta. Esta vez toca lavadora grande, 3 dólares con 50, me sigo acordando de Barcelona, si me pongo cinéfila de Isabel Coixet, y si me pongo matemática no me cuadran las cuentas, unas 20 lavadoras, alguna secadora más y dos sillas en todo el local. 

Cuando volvemos a casa nos quedamos pegadas con velcro en el sofá. Cae de nuevo El gran Lebowsky, nunca me canso de verla. Otra cerveza, que el Nota se la merece. La calefacción está alta y los mosquitos, que me están devorando, se frotan las patitas, que las tienen kilométricas.

dia 20 fiesta tupperware


El sábado transcurre vago. Sólo salimos a la calle a comprar comida y bebida. Esta noche hay fiesta de tapers en casa, o de sobras varias, como prefieras llamarlo. Se ve que es típico después de acción de gracias. Nari prepara comida coreana, que pica un poco de más. Yo hago tortilla de patatas, esta vez con pimientos, y sangría. Carol se lanza a la aventura culinaria con el "pa amb oli".

4 americanos, 2 coreanas y 7 españoles damos mucho de sí juntos. 

La fiesta no se acaba pero la bebida sí. Vamos a la búsqueda y captura de extras para reponer. Paseo al CVS, la pharmacy, que lo mismo te vende unos antibióticos que un paquete de espinacas congeladas y que está abierto nonstop por los siglos de los siglos. No venden alcohol durante la noche del sábado, el resto de días puedes ponerte hasta las orejas de lo que quieras. A cambio tienen un cohete de cartón, para niños de 5 años, que sirve de parque de atracciones para trasnochados perdidos.
Un par de intentos más y conseguimos un botín de dos sixpacks de cerveza. Al entrar en casa notamos que nos quieren un poco más que antes. 

Termino la noche en el tejado, con una Brooklyn Lager entre las manos, intentando descifrar por qué el Empire hoy está apagado. 

sábado, 26 de noviembre de 2011

dia 19 anochece en el puente de Brooklyn

Nos despertamos tarde y super desayunamos... arranca el día de sobras de acción de gracias. Me siento Ross en Friends, con mi sanwich de pavo. El blackfriday ha causado estragos, un hombre detenido por sacar la pistola para ser el primero en pillar tele de plasma y una abuela por usar gas pimienta para adelantar en la cola. Estamos locos.

Nos cuesta salir de casa, pero al final lo conseguimos. Metro a Clark St. Brooklyn Heights es un barrio tranquilo y distinguido, pequeños cafés, panaderías, alguna bicicleta. Avanzando la calle hacia el puente pasamos por la puerta del cine del barrio que proyecta Melancolía, qué ganas de verla. El puente va apareciendo entre los tejados, es espectacular en directo. Pasamos por la puerta de la pizzeria Grimaldi, por lo visto la más antigua de Nueva York, y a juzgar por la fila de gente que se agolpa frente a ella, también la que sale en más guías de viajes. 

El cielo nos regala un anochecer plagado de colores y pinceladas. No hace frío ni viento, así que el paseo frente al East River es muy agradable, aunque seamos miles haciendo fotos a la ciudad que se enciende, no nos molestamos entre nosotros. A lo lejos la señorita libertad nos desea dulces sueños antes de irse a dormir. 

Para celebrar las vistas, de vuelta al metro, entramos a un bar que tiene happy hour, Brroklyn Pilsner, Brooklyn Lager y Framboisse. Somos como tres newyorkinas de incógnito, bebiendo, escuchando Jazz y hablando de la vida.

viernes, 25 de noviembre de 2011

dia 18 (segunda parte) comiendo pavo


La ciudad está irreconocible, fantasmagórica ahora que va cayendo la noche y en la calle quedamos cuatro gatos despistados. Casi todo está cerrado. Nos cruzamos con cuatro coches de bomberos, en algún sitio algún pavo se quema de más. Comemos en un diner entre el SOHO y Chelsea, un restaurante de estos de barra libre de agua, Ketchup y café, que sigue siendo pucherazo claro, pero se agradece cuando aumenta el frío.

Con 40 dólares hemos comido las tres, sopas y platos principales con ensalada y patatas. Los diner son una buena opción para rellenar bien el estómago, comida bastante decente en un ambiente agradable. En la barra mirándonos fijamente hay un pavo que desafía a la gravedad, recordándonos que hoy es su día.
Damos un paseo por Union Square que se empieza a preparar para el Blackfriday, el día de las superrebajas o de la superlocura, todo depende de hasta donde estés dispuesto a llegar. La gente hace cola desde las 12 de la noche hasta las 5 de la mañana, hora a la que empiezan a abrir las tiendas, teóricamente con un 70% de descuento en todos los productos, teóricamente.

Volvemos a casa, abrimos una botella de Lambrusco, que aquí son de litro y medio, y brindamos por nuestra nueva conjunción familiar en este día de fiesta. Nos va invadiendo el orgullo americano y bajamos al diner de la esquina a por el menú típico. El resultado final tiene más aspecto de comida de domingo comprada en el asador de pollos de la esquina, pero para el caso sirve. Sopa, verduras (maíz, guisantes y judías verdes), pavo, ensalada, salsa de arándanos, boniato al horno, pan y postre, tarta de calabaza (que se ve que les deben de sobrar muchas de Halloween y las reciclan). 15 dolares el menú, compramos dos para las tres y al final sólo nos comemos uno. Tenemos pavo para los próximos dos días en la nevera.

Acaba cayendo otra botella más de vino y la noche se alarga hasta las 3 de la mañana. En las noticias de la tele vemos cómo la gente se da de codazos en las colas de las rebajas.

Happy thanksgiving to everyone!!!!

dia 18 (primera parte) visitando a Miss Libertad

Hoy es Thanksgiving, esa fiesta en la que los americanos se ponen morados a pavo y celebran la primera cosecha que los peregrinos mangaron a los indios. 

Queríamos arrancar con el desfile de Macys, esos globos gigantes que pasean por la séptima avenida una vez al año, y que yo conozco de ver Friends. Pero por lo visto empieza a las 9 de la mañana y acaba a las 10 de la mañana, así que antes de que nos demos cuenta ya nos lo hemos perdido. El sol sale, creo que porque es festivo, día ideal para coger el ferry a Staten Island.

Aviso para navegantes, hay barcos cerrados y abiertos, merece la pena esperar a coger uno que te permita sentir el viento en la cara. Esta es la versión económica, gratuita de hecho, para ver Manhattan desde el agua y la estatua de Libertad guiñarte el ojo de lejos, eso sí. El barco va directo del Downtown a Staten Island. Los turistas se agolpan en los laterales, de ida en el lado derecho, de vuelta en el izquierdo. Los que solo viajan a casa son los primeros en coger asiento, ni siquiera miran por la ventana, la señora Libertad ya les ha saludado demasiadas veces. En Staten Island no se nos ha perdido nada, no sé si es porque es festivo, pero está todo cerrado. No es que haya muchas cosas, por no decir que prácticamente no hay nada, es el barrio más residencial que me he cruzado hasta ahora en Nueva York. Ahora entiendo por qué los turistas llegan con el barco y según se bajan se colocan en la cola para coger el barco de vuelta. 
El viaje merece la pena, no cuesta dinero, te airea, te enseña otra perspectiva de la gran manzana y es apto para gente que se maree, porque apenas se mueve, se nota que navegas por un río.

Nunca pensé que podría decir esto en Nueva York, pero la ciudad está casi desierta!!! Thanksgiving is coming!!!  


dia 17 conociendo a Chus Lampreave y viviendo en un culebrón

La mañana es lenta y llueve. Estamos pendientes de la hora para la visita del día. 5 emails destartalados y nos ponemos de acuerdo. Vamos a Kesington Avenue, linea roja, a la derecha de Prospec Park, en Brooklyn. El barrio judío por excelencia, todos se pasean con su negro impoluto y sus barbas eternas. Nos damos cuenta de que con un único billete de avión ya hemos pasado por tres países, Jamaica, Grecia e Israel... y lo que nos queda. Aparecemos en la casa de Regina y nos damos cuenta de que la excentricidad y el surrealismo pueden ir de la mano muy bien combinados ellos. La casa es un caos, síndrome de diógenes al cubo, cajas, cuadros, retratos de rabinos, carteles en hebreo, muñecos, mantas, toallas, manzanas, tantas cosas que ver a la vez que no consigo ver ninguna. Lo más sorprendente es que dentro del caos reina el orden de la limpieza, la primera termita que conozco que es a la vez adicta a la mopa.
Regina es la perfecta fusión entre Chus Lampreave, Loles León, el rabino de los Simpsons y una pulga, arrugada ella como una pasilla y minúscula aunque llena de vitalidad a sus ¿70 años? Habla mucho, se ríe, gesticula, cruza las piernas, nos suelta plabras en castellano, en italiano, en francés, habla tanto y tantos idiomas que a ratos nos perdemos. No sabemos qué es más raro: ella, su casa, su cara, su conversación... eso sí todo es muy divertido. Ella no para de reír, primero de mi falda larga negra, muy apropiada para el barrio comenta, después de las aventuras que nos cuenta, luego de las que le contamos nosotras... Esta mujer es un personaje en toda regla, llena de aristas, se merece una película para ella sola, con su mandil, con su teoría conspiratoria sobre Obama, con sus manos artríticas arrugadas, con sus ojos, que se abren más que como platos, con su momento bruja de Blancanieves dejando manzanas en las puertas de sus realquilados, con su energía revitalizadora... en una palabra (muy repetida por ella) amazing!. Nos quiere invitar a un té, pero nosotras ya nos estamos yendo, así que nos saca una bolsita para cada una, ella quiere que el té corra de su cuenta, nos lo tomemos en su casa o no.

Al salir y pensar en lo que hemos vivido no podemos dejar de reír, hemos entrado en una película de Almodovar en Nueva York, compartiendo dirección con Buñuel y Woody Allen, y tenemos una bolsita de té en el bolsillo del abrigo cada una.

Nos vamos a Manhattan a mirar botas, para los fríos polares que se avecinan, pero la noche va cayendo y la lluvia sigue arruinando los paseos. Volvemos a casa. Preparo una cena supervitaminada, que Carol empieza a constiparse. Todo está en calma en casa, hasta que se abre la puerta y entra el segundo en discordia. El  turco y la coreana de casa nos deleitan con el episodio numero 237 de su peculiar telenovela. Es un poco incómodo para nosotras que no pintamos nada en medio y se empeñan en incluirnos en el casting. Por si acaso nos escapamos del set, nos metemos en la cama con el ordenador y nos ponemos una película, que a ratos oímos y a ratos entra en paréntesis publicitario con los portazos y gritos varios que nos regalan estas paredes de papel.


martes, 22 de noviembre de 2011

dia 16 pisando la primera biblioteca

El gris empieza a ser el color habitual, con su punto entre depresivo y melancólico. Me recuerda a los otoños de Madrid y eso me hace acordarme también de muchas cosas, y de mucha gente. La distancia no te borra la memoria. 
Salimos con la intención de ir a la biblioteca de Astoria a sacarnos la tarjeta y probar a sentarnos a estudiar un rato, pero los martes no abren hasta la una del mediodía. 

Paseamos por el barrio, nos han dicho que el parque de Astoria está muy bien y tiene unas curiosas vistas de Manhattan. El comentario no defrauda.
De camino nos topamos con un rodaje, probablemente de una serie porque usan cámaras digitales, pero el despliegue de caravanas eternas no lo ha visto ni de lejos la producción española más grande.
Manhattan se ve gigante y canijo a la vez. Un hombre pesca peces de tres ojos en East River, una mujer corre en chándal empujando un carrito con un bebé, un autobús escolar espera vacío a que termine la clase, una ardilla negra escarba entre las hojas del suelo, un perro ladra a lo lejos, a ratos chispea.
Volvemos a la biblioteca que ya es la una. No nos podemos hacer socias si no llevamos un recibo, de la casa, de la luz, del gas... de lo que sea, pero sin recibo no hay préstamo de libros. Nos sentamos un rato en una mesa. Robamos un diccionario castellano-inglés por lo que pueda pasar, y nos dedicamos una hora larga a leer nuestros respectivos libros, yo McKee, Carol David Mamet. Compartimos la mesa con una chica que se copia recetas de cocina, un hombre que lee el periódico mientras estornuda y una chica que revisa su correo en el portátil con los cascos puestos. 


Cuando subimos a casa hacemos la comida y charlamos tranquilas con un vaso de sangría demasiado posado que nos sube el nivel de azúcar en sangre. Carol se va al cine con un amigo a ver Hugo, yo me quedo en casa viendo Somewhere. Qué tranquilo es un día sin metro, aunque no haya dejado de llover.

dia 15 en busca de Zoltar

El día es gris e indeciso, a ratos amenaza lluvia, a ratos amenaza posibilidad de sol, a ratos amenaza frío, a ratos amenaza congelación. Quedamos a medio camino con Enric y Olga. Voy a tachar una cosa de mi lista: Coney Island.
 

Nos hacemos la linea amarilla entera, o lo que es lo mismo, la Q o la N. De punta a punta se toma su tiempo, salimos de Queens, pasamos por Manhattan y bajamos hasta lo más profundo de Brooklyn para llegar hasta la playa. El viaje es entretenido ya de por sí, menos un tramos que es subterráneo y corto, desde las ventanas del vagón podemos ver los rascacielos, primero acercarse y después alejarse.

 Salimos con ganas de todo, aunque el frío juega en nuestra contra, y según pisamos la calle volvemos a recordar que esta ciudad no deja de sorprender. Un marcador gigante, que lleva una minuciosa cuenta atrás, recuerda los días que quedan para el siguiente concurso de comedores de perritos calientes expres. Welcome to the USA.

A mi me hace especial ilusión pensar que si quedan 225 días para el 4 de julio, y yo me marcho de aquí el 27 de junio, aun me quedan 218 días a este lado del planeta.



Sabemos que al fondo nos espera el mar, se nota la humedad en aumento y como cala en los huesos. El parque esta cerrado y las atracciones paradas. La combinación le da cierto aire tétrico a algo que suena a risas de niños y huele a algodón de azúcar, aunque este vacío y desangelado.  Se que Zoltar no está, que no es más que atrezzo de la peli Big, pero cierro los ojos y consigo meterle la moneda en la boca para formular mi deseo. Creo que ya se donde voy a celebrar mi 30 cumpleaños, ¿puede haber algo más rejuvenecedor?

 El Luna Park solo abre de abril a octubre, pero aun cerrado merece la pena el paseo. Una gran avenida de tablas de madera lo separa de la playa, plagada de chiringuitos de souvenirs y merenderos, que ahora también están cerrados, pero la gente se pasea por ella como si no lo supieran. Al otro lado la inmensidad de la playa, con sus palmeras de plástico, que de nuevo me dicen que no importa no tener algo, y que tampoco hace falta disimularlo, que este lugar es capaz de inventarse a sí mismo. Viva el plástico puro y duro y el señor cartón piedra. 
 Caminamos por la playa y soñamos con días de sol. Vemos un equipo de rodaje de la New York Film Academy y nos alegramos de que todo sea tangible. 

Las gaviotas se multiplican y gritan "mio" como las de Nemo. Otro sitio más al que tengo que volver.

Al llegar a casa nos sentamos con Burak y Nari a ver nuestra primera película, con bol de palomitas incluido. El asesinato de Jesse James, nunca fui mucho de westerns ni de voces en off, ya lo sabéis, he de sumar que las casi tres horas de película llegaron a hacerse soporíferas a ratos, pero la foto me cautivo, casi tanto como cumplir 15 días en nueva york.

domingo, 20 de noviembre de 2011

dia 14 domingo de misa

Ayer a las 2 de la mañana con el subidón nocturno decidimos quedar a primera hora de la mañana, creo que sin ser muy conscientes de lo poco que íbamos a dormir, para ver una misa en Harlem. Lo hicimos tan coordinado el asunto que quedamos en una salida que no existe, totalmente convencidos todos de vernos en la 114, cuando en realidad es o la 110 o la 116. 
Conseguimos vernos en la 116, Enric viene solo y corriendo, que se a cruzado Central Park casi a nado a la velocidad de la luz. Andamos sin rumbo en busca de alguna iglesia que nos ofrezca la oportunidad de curiosear y sin darnos cuenta nos vemos sentados dentro de la iglesia más vieja de Harlem, Elmendorf Reformed Church, en el 171E de la calle 121. 

Nos enseñan donde están los baños y no lo entiendo muy bien. Cuando llevamos más de dos horas de misa echo de menos no haber entrado a visitarlos.

La experiencia es curiosa, emocionante, extraña para una atea de pro. Cantan todos, me da mucha envidia, yo también quiero ser negra... por un momento recuerdo la película de los Commitments "soy negro y estoy orgulloso de serlo" aunque sea más blanco que la leche y encima pelirrojo. 

Nos saludan en medio del sermón, dónde están los españoles? y como en el cole levantamos la mano cuando pasan lista. 
Si cierro los ojos puedo trasladarme 50 años atrás y ver una de las misas en las que cantaba una joven Aretha. Impresionante, repetiré. También tiene especial encanto que la iglesia sea pequeña y cercana, que la misa empiece con la gente que se levanta y cuenta su historia, en plan alcohólicos anónimos, "good morning church", que tengan un azafato que vigile que estas en la pagina correcta de la biblia, que todos griten, bailen y aplaudan como si estuviéramos en un concierto del Apollo... I'll be back.

dia 13 la fiesta del abrigo

La mañana se alarga y se agolpa, se nota que es domingo. Empezamos a recolocar cosas en casa para esta tarde. Me cuelo a la ducha, me subo al tejado a hablar por Skype y me voy a la calle en busca de una cuenta de banco americana. Me decido por Chase Bank, que parece que hay uno en cada esquina. Creo que todos los de la oficina son griegos. Me explica las cosas demasiado rápido, creo que no lo entendería bien ni en castellano. Salgo de allí sin tener claro qué he hecho, pero tengo dos chequeras, que no se para que sirven, una cuenta por mail para ver mis movimientos y estoy a la espera de lo único que es útil, el rectángulo de plástico, que me tiene que llegar por correo. Aquí nada de recoger en la oficina. 

En casa ya estamos casi listas, todos los abrigos colgados, el salón espaciado, el sofá bien pegado a la pared pared. Preparamos algo de comida, guacamole, pinchos de queso, tomate y aceitunas y la reina de la fiesta, tortilla de patatas. Para acompañar sangría, que aquí nunca la habían visto con fruta ¿qué clase de sangrías les clavan en los restaurantes? Solo nos faltan customers que quieran comprar algo y de paso beberse un vasito de "spanish juice". 

Con el tiempo la cosa se va animando. Los españoles nos multiplicamos como las setas en otoño, aparecen más asiáticos y para terminar de colorear el pastel unas foráneas yankys tamaño xxl, que dan abrazos cariñosos que te atrapan. La fiesta nos arrastra hasta las 2 de la mañana, hemos vendido unos cuantos abrigos, nos hemos reído mucho, hemos practicado inglés con un poco de alcohol en vena y por primera vez no me he subido sola al tejado.

dia 12 de paseo por el aeropuerto

Como me reventaron la maleta en el aeropuerto y descubrimos que si reclamaba me daban otra, hoy toca volver al aeropuerto y abandonarla a la espera de su sustituta. Enric y Olga se unen a la aventura para poder medir una maleta en las cajas de AirFrance y saber si la tienen que facturar o no.

Vamos con el metro en la linea A (la azul) hasta el enlace con el Airtrain con la esperanza de poder ir caminando hasta al aeropuerto y ahorrarnos los 5 dolares de ida y los 5 dolares de vuelta que nos cuestan las tres últimas paradas que nos conectan con las terminales. Al llegar vemos que solo hay autopista y que el tema caminando, aunque las dos maletas que llevamos están vacías, va a ser imposible. Probamos plan B, taxi, con muy poco resultado, nos cobran lo mismo.

Al final a regañadientes compramos los billetes del AirTrain. Primera parada Terminal 1. Tengo la sensación de poderme marchar de vacaciones. Pasamos por los mostradores de la linea coreana, la gente hace cola con sus maletas, llenas, supongo.

En la caja de AirFrance la maleta no entra, un azafato sugiere hacer trampa y no enseñarla cuando facturen. No les termina de convencer la idea porque aun les quedan 3 vuelos.

Volvemos al Airtrain, que al final parece que vamos hasta a amortizar los 10 dolares que te clavan por moverte por el aeropuerto. Tenemos que llegar a la terminal 8, donde aterrizamos Carol y yo hace ya 12 días, que parecen 12 meses. Mi maleta medio muerta y coja se queda aquí, si la consiguen arreglar (deben tener varita mágica) me la devuelven, si no me dan una nueva. La pobre vino desde España con ganas de conocer mundo, pero acabo pronto su viaje.

La tontería que parecía que nos iba a llevar una o dos horas al final nos dejó sin mañana y casi sin tarde. Muertos de hambre llegamos a Central Park y nos dividimos. Nosotras tenemos que ir a la escuela a hacer papeles. Comemos de camino. Yo pizza y Carol hamburguesa, los medios días son siempre muy yankys.
Ya estamos registradas, excursión para arriba, a la séptima con la 32, al súper 99cent store, tres plantas con súper incluido. Por fin tenemos termos para el café... aunque no tenemos café ni cafetera, pero algo es algo... y siempre nos quedará el té.

La locura navideña se va apoderando de la ciudad. Según oscurece las hormigas se multiplican y la marabunta que cruza Manhattan te arrastra sin preguntar qué dirección quieres tomar. La ciudad brilla más que nunca.

jueves, 17 de noviembre de 2011

dia 11 ladies night


Mañana de hospital, acompañamos a Nari a que le hagan unas pruebas. La cosa hospitalaria aquí es muy diferente y eso que hemos ido al hospital del gobierno, el más "barato" de la ciudad. Mil paseos, de punta a punta, todo en castellano, chino e inglés, algunos muy amables, otros muy tiesos, una zona muy mona, otra que se cae a cachos, ni una triste máquina de café pero posibilidad de pago obligatorio en todos los mostradores. 

Después de saber que todo está bien, algo bueno que nos ha costado unas 5 horas, volvemos a la calle. Estamos en el barrio chino, cerca de Canal St. Caminamos bajo la lluvia en busca de lugar para hincarle el diente a algo de manera desesperada, las tripas suenan a rugidos con el té con el leche de las 7 de la mañana. 


Encontramos el Flower café, un rincón esquinero, minúsculo y adorable, con cuatro mesas y banda sonora de los 60. Combo menú: Carol y Nari sopa de arroz y pollo y sanwich de beef, yo sopa de legumbres, que me sienta de muerte, y sanwich de atún. Para rematar un café, de los mejores que han caído desde que estamos aquí. Nos reímos un buen rato, el ambiente es relajado y agradable.

Metro a la 23 st, compramos toallas y una caja. Planeamos cena española y nos relamemos los bigotes.

Al llegar a Ditmars entramos en la thrift shop, la tienda de segunda mano que llevamos mirando desde el escaparate un par de días. Salgo contenta con mi inversión, 41 dolares con 50 menos, un abrigo, unos pantalones y una sudadera más. Carol ha aumentado su maleta con un jersey y una minifalda. 


Preparo la cena, Carol se pinta las uñas, Nari nos avisa que ya está llegando, hay Marqués de Cáceres, tortilla de patatas, ensalada, hace calor (hoy vuelve a funcionar el radiador) y ya llevamos 11 días en Nueva York.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

dia 10 lloviendo

Hoy toca nueva mudanza, pero esta vez no es nuestra, sino de Olga y Enric. Volvemos al barrio, Nostrand Brooklyn again. King está en el sofá, como si no hubieran pasado los días. Vamos con todos los trastos hasta el Upper West Side. La lluvia va en aumento, en densidad, en frescor, en capacidad de humedad. No pueden entrar tan pronto, el portero nos abre la puerta para dejar las maletas.


En la calle no para, así que vamos a Columbia, a colarnos en la universidad y resguardarnos de este tiempo gris, que me recuerda a Madrid.

Por dentro es impresionante, aunque me falta un buen jersey de Lacoste para sentirme integrada.

Hamburguesa en el McDonald, Angus Deluxe para ser exactos, y sí señores, existe la hamburguesa cuarto de libre, ahora puedo tener la conversación de Travolta y Samuel L Jackson en Pulp Fiction pero al revés. Nos encontramos con un español allí, bastante personaje él, que me regala un vaso para casa. Mi mujer me abandona por unas horas. Vamos a por las llaves y disfrutamos de un relajado rato de sofá en un señor pisazo del Upper, qué lujo.

De nuevo al metro, que amortizado es esto del abono. Enric y Olga se vienen conmigo a Astoria de turismo gastronómico a los supers del barrio, que son de los más baratos que hemos encontrado en Nueva York. Sus caras de felicidad me dicen que el viaje ha merecido la pena.

La lluvia sigue intermitente. Ya en casa, compra colocada, cena y programa sobre cocina española en coreano, muy curioso el asunto... Ferran Adriá doblado al coreano. Creo que va siendo hora de dormir.


martes, 15 de noviembre de 2011

dia 9 casero



Aunque ayer por la noche trasnochamos de lo lindo charlando con Nary, vamos, que nos aguantamos los ojos con palillos hasta las 12 de la noche, a las 7 y algo ya estábamos en pie. Desayuno perezoso que se alarga, ducha, más que necesaria, abre y cierra la maleta unas 80 veces, de cúbito lateral, que sino no cabe, visita al 99c, los todo a cien de aquí... Salimos decididas a nuestra primera aventura Landromat.

La primera sorpresa es el precio, una lavadora 1,75 dolares. De entrada me siento estafada, en Barcelona me costaba 5 euros. Tarda una media hora, lo que nos da de si un par de manzanas y unas llamadas por Skype mangando WiFi de la laundry (en esta ciudad siempre hay una red a la que acoplarse). La secadora son 25 céntimos 8 minutos, empezamos siendo prudentes poniéndola a temperatura media, cuando cae la tercera moneda nos lanzamos a la aventura de sacar ropa Barbie al subir la temperatura a hot. 

0,75 por el jabón (que como aun andamos con la mosca de la mudanza detrás de la oreja no nos atrevemos con los tanques que venden en el super), 0,75 por el suavizante (que ya puestos que salga todo mimosín), 1,75 la lavadora, 1 la secadora (dos intentos med, 2 intentos hot) En total 4,25. Definitivamente me tomaban el pelo en Barcelona, eso si, allí había sillas y aquí te tienes que quedar de pie. 

Muertas de hambre y arrastrando los sacos de ropa perfumada y caliente nos metemos en el súper, esos grandes distribuidores de gigantes no aptos para familias monoparentales. Un buen trozo de salmón y aceite de verdad (que el primer intento fue de maíz y hace que la ensalada sepa un tanto extraña). Una comida hogareña y tranquila, qué gusto, hasta en horario español. De postre unos caquis, ¡madre aquí cuestan 5 un dolar en Chinatown! geniales para ponerse las botas.

Los ovarios hacen de las suyas y me doy al Ibuprofeno, menos mal que Carol es una farmacia con patas. Visita al tejado, o roof en inglés, que me gusta más porque parece un perro ladrando costipado.
Me invade la necesidad de azúcar y vamos a por unos cereales. Aquí eso es un pasillo eterno, los hay de tantos colores que hasta asustan. Al final cogemos Honey Nut Toasted Oats. Al salir caigo en la tentación del Martha's Bakery, una pastelería con el escaparate más salivero que he visto en mi vida, no te dice cómeme, te lo grita por megafonía. Bizcocho de zanahoria y nueces, fantastic.

Un poco de charla las tres en el salón cuando llega Nary. Yo me recluyo temprano al agujero a escribir estas líneas desde la cama, donde en breve me haré una bolita y dormiré largo y tendido, espero que al menos hasta las 6 de la mañana.

dia 8 de mudanza

A las 7 en pie, las maletas pesan más que hace una semana. La conexión Brooklyn Queens es casi imposible, no sé por qué estos dos barrios son marginales entre ellos, casi obligatorio pisar Manhattan. Menos mal que contamos con la ayuda de Olga y Enric. Carol lleva dos maletas y una mochila, yo una maleta a la que le falta una rueda y otra que va camino de la extinción y una mochila. El metro va lleno aunque ya no es hora punta cuando subimos en la línea S camino de Prospect Park para cambiarnos a la Q o la N, que nos traen directas a Astoria Ditmars.

Cuando llegamos a la casa Burak, nuestro nuevo casero, no está. Dejamos nuestro gipsy chiringuito en una esquina junto a la casa y esperamos, hay unos cuervos al acecho que pían mientras les invadimos su patio. Voy a por unos cafés take away. Expreso por favor- me digo a mí misma cruzando los dedos y soñando con un café de verdad. Las cosas se ven mejor, hasta la espera parece más corta. Pasado un rato podemos entrar y dejar nuestras cosas en la quinta planta, sin ascensor. No entiendo como en una ciudad tan moderna aun no se han inventado los cubos de basura ni los ascensores. Sí entiendo que el brazo derecho aun me duele horrores.

Con los deberes resueltos y un par de juegos de llaves encima volvemos al metro, linea amarilla a Times Square, el paraíso del neón. Lo he visto tan grandioso en el cine que me parece casi insignificante en directo, aunque según camino me va atrapando.
Curioso el punto de que tenga gradas para que te puedas sentar simplemente a mirar el rato pasar. No defrauda el movimiento, la gente disfrazada dando descuentos para musicales, de todo en cartel, incluida la familia Adams. Parece que el tiempo no pasa y sin embargo hace más de 6 horas que estamos en la calle. Vamos a comer a un buffet libre asiático. Dos galletas de la fortuna de postre: "Your life is like a kaleidoscope" y "Fate loves the fearless", no está mal para empezar.
Pasamos por Drama Book Store y sucumbo al vicio, me llevo Story de McKee, para ir practicando, y un diccionario de términos de cine, para no perderme en clase.

Llegamos hasta Bryan Park, con su pista de patinaje gratuita con vistas a la biblioteca nacional. El Crisler preside la ciudad desde cada esquina.
Seguimos hacia la quinta avenida, empiezan a aparecer los escaparates navideños y se multiplican las tiendas en las que te atienden dependientes semidesnudos y ultramusculados, o modelos de pasarelas venidas a menos. Acabamos en Central Park, visita obligada si te encuentras por la zona.

Queens me gusta cada vez más. Cenamos en el nuevo hogar, con Nary, nuestra nueva roommate, una coreana supermona que comparte con nosotras su lasaña. El inglés fluye cada vez más natural. Cheers from Astoria Ditmars

domingo, 13 de noviembre de 2011

dia 7 amortizando la metrocard


Hoy por ser domingo mañana tranquila, tardamos en salir lo suficiente como para tomar dos tés, desayuno y redesayuno. Descubrimos una nueva linea cerca de casa gracias a Olga y Enric, nuestro vecinos de piso en la casa que dejamos ya mañana, y con quienes estamos turisteando estos días. 


Viaje al Brooklyn Museum, pero solo es gratis el primer sábado de cada mes, así que volveremos en diciembre, o en enero o... Vamos al Botanic Garden, pero solo es gratis los weekdays in winter, así que volveremos el lunes, o el martes, o... Decidimos pasear por Prospect Park, que es gratis todos los días.


El otoño le sienta bien a los parques de esta ciudad, se juntan colores, amarillos, rojos, verdes y marrones. El suelo esta alfombrado de hojas que ya decidieron volar. La gente pasea, alguna barbacoa en marcha, niños que corren tras alguna pelota... se nota que es domingo, y que sienta bien. No hay sol, pero no hace un frío helador, todavía es posible la vida en la calle.


Vamos a comer, hoy vuelve a caer hamburguesa, sigo pensando que las de aquí no se parecen a los sucedáneos plásticos que nos dan en España, por cutre o canijo que sea el sitio.
Pasamos por la Brooklyn Library para usar el baño, opción gratuita para viajero despistado y lejos de su residencia de turno. En la puerta una curiosa pareja debate sobre el devenir de la vida.

Volvemos al metro para visitar nuestra posible siguiente opción, la que sería nuestra tercera casa, también en Astoria, el ambiente es relajado, distendido, calor hogareño y sonrisas abiertas. Esperemos que la cosa siga adelante. En el viaje en metro un poco de todo, como siempre. Aparte del traqueteo habitual, algún vostezo, dos niñas con globos de cumpleaños dormidas una encima de la otra, un grupo best dance crew que entra a hacer su espectáculo al vagón, colgados de los pasamanos que te aseguran la vida en el interior de estas atracciones de feria andantes como si fueran stripers. Un par de estaciones después un mendigo cuya residencia, por decisión propia, son dos asientos en una de las esquinas decide salir al hueco que queda entre vagón y vagón para mear justo cuando estamos entrando en una estación. Todo un espectáculo que presencian todos los transeúntes del anden. Aqui todo es arte y todo tiene algún espectador dispuesto a mirar. Cuando el tren se escapa del túnel la ciudad nos enseña sus luces, el Crisler brilla como nunca con su puntiaguda figura.

De vuelta a cerrar de nuevo las maletas, cosa difícil ahora que la mía esta medio descuajeringada... tengo que ir al aeropuerto a que me la cambien. (Aviso para navegantes, si te la rompen en USA y reclamas te dan otra a cambio)
Última noche en Brooklyn... a mimir que hay que madrugar para la mudanza de mañana.
Goodbye Brooklyn, welcome Queens!

dia 6 de turismo acompañado

La mantequilla de cacahuete, y el te con leche ya son clásicos yankys; como el metro en Nostrand y el comienzo sonriente.


Primera parada Flea Market de Hellskitchen, canijo y caro, donde estén las pulgas de barcelona o el cisne blanco... tengo que encontrar los baratos que seguro que haberlos haylos. 


Seguimos la 39 hacia el oeste y en pocas manzanas nos topamos con el Hudson, inmenso él. Tranquilo, algo transitado, no defrauda a la idea de gigante que se esparce por esta ciudad. Al otro lado New Jersey saluda, se me pasa por la cabeza Kevin Smith y quiero conocer el Quick Stop, otra cosa a apuntar en la lista de cosas pendientes (empiezo a sentirme Earl aunque mi lista no mejora mi karma)
Paseamos por la orilla, vemos barcos de turistas cargados de cámaras de fotos, biciclistas que aprovechan el sol, paseantes con perros, corredores de fondo, todos encuentran la manera de disfrutar de los rayos de sol. El sol pica en el estómago, llevamos unas dos horas andando. Entramos de nuevo a la city y a sus ruidos. Paseamos por Chelsea y me doy cuenta de lo fantástico que sería vivir aquí, sueño con que mi bolsillo se multiplica exponencialmente y vivo en uno de estos pisos que se asoman a escaleras de incendios. Me limitaré a ser consciente de que soñar es gratis.


Super hamburguesa especial Thanksgiven, con carne de pavo, mermelada de arándanos y puré de boniato en la New York Burger Co., muy recomendable, menos de 20 dolares dos moles de supercarne al punto, con patatas, de las de verdad, y barra libre de más de 20 salsas.


Para bajar el festival de grasas nada como un paseo por el Highline, un parque que se sacaron de la manga para aprovechar unas vías de metro elevado que quedaron en desuso. Un respiro en las alturas, con verde que se escapa entre los pies.
 
De Chelsea al Soho, no hay  ninguna calle, ninguna esquina, ninguna persona que no me llame la atención. Tal vez sea obligatorio ir a la moda, tener estilo y ser guapo para vivir por aquí. Tiendas y más tiendas, algún mercadillo callejero, alguna tienda de vinilos, alguna de ropa de segunda mano. Somos cuatro borregos flipando con los ladrillos vistos.


Seguimos el camino hacia abajo, dirección Chinatown por Lafayette St. Nos cruzamos con Canal St y cambiamos de mundo, hasta el McDonald está escrito en caracteres chinos. Paseamos mucho, miramos más, olemos demasiado y tocamos poco, por lo que pueda pasar. Me entran ganas de hacer sushi y beber té.

Volvemos a casa, unos noodles rápidos y nos vamos los cuatro con King de excursión por el barrio para nuestra primera cerveza outdoor brooklinesa.