martes, 22 de noviembre de 2011

dia 15 en busca de Zoltar

El día es gris e indeciso, a ratos amenaza lluvia, a ratos amenaza posibilidad de sol, a ratos amenaza frío, a ratos amenaza congelación. Quedamos a medio camino con Enric y Olga. Voy a tachar una cosa de mi lista: Coney Island.
 

Nos hacemos la linea amarilla entera, o lo que es lo mismo, la Q o la N. De punta a punta se toma su tiempo, salimos de Queens, pasamos por Manhattan y bajamos hasta lo más profundo de Brooklyn para llegar hasta la playa. El viaje es entretenido ya de por sí, menos un tramos que es subterráneo y corto, desde las ventanas del vagón podemos ver los rascacielos, primero acercarse y después alejarse.

 Salimos con ganas de todo, aunque el frío juega en nuestra contra, y según pisamos la calle volvemos a recordar que esta ciudad no deja de sorprender. Un marcador gigante, que lleva una minuciosa cuenta atrás, recuerda los días que quedan para el siguiente concurso de comedores de perritos calientes expres. Welcome to the USA.

A mi me hace especial ilusión pensar que si quedan 225 días para el 4 de julio, y yo me marcho de aquí el 27 de junio, aun me quedan 218 días a este lado del planeta.



Sabemos que al fondo nos espera el mar, se nota la humedad en aumento y como cala en los huesos. El parque esta cerrado y las atracciones paradas. La combinación le da cierto aire tétrico a algo que suena a risas de niños y huele a algodón de azúcar, aunque este vacío y desangelado.  Se que Zoltar no está, que no es más que atrezzo de la peli Big, pero cierro los ojos y consigo meterle la moneda en la boca para formular mi deseo. Creo que ya se donde voy a celebrar mi 30 cumpleaños, ¿puede haber algo más rejuvenecedor?

 El Luna Park solo abre de abril a octubre, pero aun cerrado merece la pena el paseo. Una gran avenida de tablas de madera lo separa de la playa, plagada de chiringuitos de souvenirs y merenderos, que ahora también están cerrados, pero la gente se pasea por ella como si no lo supieran. Al otro lado la inmensidad de la playa, con sus palmeras de plástico, que de nuevo me dicen que no importa no tener algo, y que tampoco hace falta disimularlo, que este lugar es capaz de inventarse a sí mismo. Viva el plástico puro y duro y el señor cartón piedra. 
 Caminamos por la playa y soñamos con días de sol. Vemos un equipo de rodaje de la New York Film Academy y nos alegramos de que todo sea tangible. 

Las gaviotas se multiplican y gritan "mio" como las de Nemo. Otro sitio más al que tengo que volver.

Al llegar a casa nos sentamos con Burak y Nari a ver nuestra primera película, con bol de palomitas incluido. El asesinato de Jesse James, nunca fui mucho de westerns ni de voces en off, ya lo sabéis, he de sumar que las casi tres horas de película llegaron a hacerse soporíferas a ratos, pero la foto me cautivo, casi tanto como cumplir 15 días en nueva york.

2 comentarios: