martes, 29 de noviembre de 2011

día 22 de la 59 a la 4


Nos despertamos con ganas de turismo. El día está nublado, salimos preparadas hasta las cejas, abrigo, chaqueta, manga larga, manga corta... pero no hace frío. Paramos en Lexington con la 59 y bajamos caminando caminando en dirección a Grand Central, que como la combinación por dentro nos sale más y el tiempo acompaña, preferimos hacerlo por arriba. Los rascacielos se multiplican, con sus paredes de espejos que hacen que la ciudad brille hasta de día. Por la mañana las calles son más transitables, no me siento una oveja perdida que no sabe a que rebaño seguir y sin embargo sin darme cuenta me cruzo con él. El Crisler me vigila desde la acera de enfrente, menos mal que aquí camino mirando al cielo, si no te los pierdes. Pienso que es mucho más espectacular que el Empire, pero qué le vamos a hacer, King Kong no eligió colgarse de su antena. 
Un poco más y estamos en la 42. La Grand Central y su mármol se abren a la calle soltando bocanadas de gente y calor. Dentro es espectacular. El vestíbulo principal es muy grande, no como el reloj, punto de encuentro de tantos planos cinematográficos, que si te descuidas ni lo ves. La planta baja está llena de locales de comida y bebida que comparten pasillos con maletines que corren porque pierden el tren. Los baños también se multiplican, convirtiéndolo en el lugar ideal a visitar cuando aprieten las ganas y no estas dispuesto a tomar otro café para poder entrar al aseo. 
Salimos por la 42 hacia la 5 avenida, los escaparates navideños empiezan a hacer acto de presencia. Por toda la ciudad hay restaurantes que ofrecen menú de sopa y medio bocadillo. Volvemos a picar en el anzuelo, esta vez pruebo las lentejas, que son veganas y ricas, muy calentitas ellas, y el bocadillo de pollo alemán, en pan de centeno. Buena combinación por 7 dolares. 
El Rockefeller Ctr aun no ha hecho el encendido oficial del árbol, aunque las bombillas ya están todas colocadas en su sitio. En la pista de hielo la gente da vueltas como si fueran hamsters en las ruedas de sus jaulas. Alguno intenta hacer pinitos con un salto de vez en cuando, otros se agarran a la barandilla conscientes de que su vida está en juego. Si te paras a mirar la vista atrapa, es como una centrifugadora, solo que aquí dan vueltas personas que se ríen, se caen, se besan.
Al lado queda la tienda de Lego, que como todas ellas, siempre es una delicia que te devuelve a la infancia. Con sus mini escaparates con decorados y personajes al más puro estilo newyorker. Una abuela da de comer a las palomas en Central Park, un grupo de amigas compran perritos en un carrito de la calle, unos obreros arreglan una salida de humos. Por toda la tienda se pasea un dragón verde de escamas rojas, hay más gente haciendo fotos que comprando muñecos. 
Después de ver el nuevo escaparate de Tiffany, que este año es una libre adaptación de los carruseles de caballitos, nos vamos a nuestro sitio preferido para robar internet: la puerta del Apple Store, si necesitáis Internet, ésta es probablemente la mejor conexión gratuita de la ciudad, aunque estén enganchadas 600 personas a la vez como aves de rapiña en la puerta. Dentro de la tienda es aun más curioso, la gente aprovecha los ordenadores de exposición para chequear sus correos, incluso los hay más atrevidos que se llevan los cascos de casa y hablan por el Skype con sus amigos mientras los dependientes uniformados se pasean a su lado.
Con fuerzas repuestas y con plan asegurado caminamos de aquí, la 59, hasta la 4, que suena a poco, pero es mucho. Por el camino nos sorprenden las tiendas y la gente, siempre hay algo que mirar. Me compro dos libros en un puesto callejero uno de William Goldman y otro de Syd Field, un poco de new y otro poco de old school. 
Quedamos con Ana que nos enseña el Belga, un rincón en la 4W, con una entrada roja, plagada de luces rojas que le da un ambiente entre puticlub de carretera y cuarto oscuro de laboratorio. La entrada es discreta, un pequeño cartel escrito con tiza que te lleva a un patio con unas 10 mesitas. La cerveza es cara, unos 7 dolares con las tips, pero el ambiente es ideal para un momento de relax cerebral o de expandimiento intelectual. Punto a su favor: se puede fumar.

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