lunes, 13 de febrero de 2012

día 83 la película dentro de la película

Llegamos temprano a la escuela. El que tiene que abrir la puerta se ha dormido. Hace frío. Hay un coro de gospel esperando, son una legión con un letrero de neón en la cabeza que me dice: "te vamos a fastidiar la voz en off... seguro que nos oyes de fondo, canturreando oh lord my lord"
Cuando finalmente abren, entramos como pirañas al grito de tonto el último.
Aline enchufa el Zoom al micro del sound booth. Carol se siente de OT dentro de la minipecera. Yo me tiro de los pelos porque Jeff anuncia que llegará tarde.
Aline se marcha a Adorama a devolver los micros. Grabamos las frases de Carol, como tenemos tiempo podemos graduar casi palabra por palabra, cuando acabamos tengo más de cien cortes de audio, cada uno un pelín más arriba o un pelín más abajo. Carol dice que le ha costado hacer la voz en off, yo estoy muy contenta con el trabajo que ha hecho. Aline vuelve. 
Esperamos al actor durante dos eternas horas. Llega medio corriendo, ha perdido el autobús y se le ha hecho tarde. Carol y Aline aprovechan para ir a comer. Jeff y yo nos quedamos solos. Entramos en la pecera, se quita las botas de cowboy para poder hablar directamente enfrente del micro. Antes de que empecemos respira, se mete la mano dentro del pantalón, gesto que al principio me deja bastante desconcertada, y saca una pistola que deja encima de la mesa acompañada de la frase "no dejes que me la olvide". El asunto me acaba de matar, retóricamente hablando. La sala de doblaje tiene una superficie de un metro cuadrado, dentro un ordenador, un micrófono, una grabadora, él, yo y la pistola. Me siento dentro de una película. Empezamos a grabar, a ratos me da miedo corregir cosas, la pistola no deja de mirarme. En una larga media hora incómoda, salimos de la pecera. Las chicas han vuelto hace un rato de comer.
Nos vamos todos al metro y volvemos a grabar los planos que hicimos con la Lomokino. Esta vez soy consciente de que estoy rodando en la calle sin permisos y que uno de los actores va armado. Creo que nunca he acabado tan rápido un rodaje.
Para despejar el cerebro decidimos andar hasta la siguiente parada antes de subirnos al metro para ir a casa. Las montañas de basura crecen en las aceras. Pasamos por la puerta del primer sitio en el que nos paramos a comer cuando pisamos por primera vez Manhattan, parece que estemos recordando nuestra infancia. Las horas en esta ciudad se multiplican peligrosamente estirando los días como si el chicle no fuera nunca a romperse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario