lunes, 6 de febrero de 2012

día 75 la primera nevada chispas

La mañana amanece silenciosa, de fondo, a lo lejos, alguien rasca el suelo. 
Me levanto, no sé por qué algo me lleva a irme directa a la ventana, recojo la cortina y al otro lado impera el blanco. La escalera de incendios está alfombrada y mullidita de nieve. Los copos siguen cayendo.
En la cocina está Carol, preparando café con una enorme sonrisa: ¡¡¡Está nevando!!!
La excitación del momento esperado es lógica, ha hecho mucho frío estos días pero aún no habíamos vivido la tan típica estampa navideña neoyorquina. 
Carol se marcha a clase, envuelta en sus superbotas y su abrigo oso. Yo me desperezo y me mentalizo para la aventura. Las botas de nieve que me compre por 25 dólares murieron en Albany, la confianza depositada en ellas y su precio de saldo no era equivalente a lo que estaban dispuestas a ofrecer. 
Me calzo las Camper, que hasta ahora han aguantado como maestras los días de intensas lluvias y me voy a la calle con la tonta confianza de solucionar rápido el asunto. 
Me distraigo por la calle, sacar fotos es una tentación tan potente que ya ni importa perder las manos por la osadía. 
Tres vueltas por el barrio, chequeadas todas las tiendas de zapatos y ni rastro de botas decentes. En la puerta del FootLocker la gente hace cola, aún no he conseguido entenderlo, sólo se puede pasar dentro de tres en tres. El dependiente me recomienda irme a la 30, que hay varias tiendas de calzado. Teniendo en cuenta el día, me avisa de que mejor me vaya en metro aunque sean dos paradas. Sigo su consejo y descubro que nieva hasta dentro del vagón. Por esta zona el metro corre al aire libre, elevado, dejándonos ver las casas de las últimas plantas, envidiando la vida en los áticos.
Es la primera vez que me bajo en la 30 en Queens, el barrio está bien surtido de locales de todo tipo que están empezando a abrir. La calle se multiplica de palas que intentan facilitar la vida de los viandantes. El "ras, ras, ras" de las palas, el "crec, crec, crec" de los pies pisando el blanco, el "ffffsssssshhhhh" de la furgonetas quitanieves y el "uuuuoo" producto de algún que otro resbalón, crean una sinfonía conjunta animada y curiosa. 
Aquí tampoco tengo éxito, parece que tengo el pie demasiado grande para mujer y demasiado pequeño para hombre, ¿tendré que cortarme los dedos para encontrar botas de mi talla?
Me vuelvo a casa antes de morir de congelación. Las Camper ya se resienten y no siento mucho los pies. 
Como, recupero las extremidades y me vuelvo a lanzar a la aventura, esta vez voy directa a Manhattan. Tengo menos de una hora para conseguirlo, espero que las deportivas aguanten el paseo. 
 En Broadway, donde tres mil personas pisan el mismo centímetro cuadrado de suelo por segundo, la nieve está sucia, la tinta de calamar se fusiona perfectamente, hay charcos y sal, pies que chapotean, turistas que no saben cómo caminar. El tráfico sigue igual de denso que siempre, parece que nadie se ha dado cuenta de que ha nevado.
En la tercera tienda consigo unas que aguantan hasta 32 grados bajo cero por un precio razonable, me las pruebo, son cómodas y no tienen pelo extravagante en los laterales. Las compro y me las llevo puestas. Mis pies aplauden y me dan las gracias, están sanos, salvos y calentitos. Las deportivas, escondidas en la mochila, también me agradecen el receso.
Me quedan 20 minutos para llegar al rodaje de esta tarde en Union Square. Estreno las botas pisando toda la nieve que pillo, hasta chapoteo un poco de más en alguna esquina cuando nadie me mira.


 

3 comentarios:

  1. Finalmente llegó el hada-alfombra de las nieves... qué bonito y qué frio!

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    1. si a las dos cosas ;p Muy bonito, pero mucho frescor.
      Besos para la nueva dobladora

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  2. Verlo en fotos es genial!! pero no envidio pasear demasiado tiempo por ahí... ni con unas buenas botas. Ya me conoces.
    Las fotos preciosas y la descripción de los sonidos ambientales total! Qué grande éres!

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