Tras las emociones amontonadas, la euforia, los gritos y el desparrame llega la bajada de defensas, el cansancio acumulado que pesa como nunca, la indigestión mental y las ganas de desconectar el cerebro hasta oír la máquina del hospital diciendo: piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... y para todo esto ni mastercard, ni visa: lavandería.
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