miércoles, 18 de abril de 2012

día 150 de suiza a ny

El día arranca temprano en South Ferry Park. El río a lo lejos se mezcla con el mar, mientras la señora libertad disfruta tomando el sol. 
Jalalu aparece hecho toda una caja de sorpresas, con su maleta Mary Poppins que no para de abrir y cerrar para sacar y meter cosas. Me regala una tableta de chocolate suizo, a Aline un conejo de lindor con cascabel incluido. La aventura se promete arriesgada. Primeros planos superados.

Caminamos hasta Wall Street, punto de encuentro de nuestra segunda localización. Aquí se nos une al grupo Nico, el chico de sonido atrezado con su pértiga y su mezcladora. 
El sonido del cuerno de los Alpes desconcierta a la ciudad, embriagando a las colecciones de corbatas que se pasean apresuradas móvil en mano. Muchos curiosos se paran, preguntan, curiosean, sacan fotografías. El espectáculo está servido. El rodaje que lo acompaña sólo lo decora. Cuando el sonido que sale de los casi tres metros de cuerno es puro, grave y gutural te transporta a otros mundos. Te deja soñar. Cuando se vuelve reconocible, terrenal e interactivo se transforma en uno más de la jauría.
Hacemos una parada para comer en un tailandés de Chinatown. En el parque que cruzamos cientos de chinos aprovechan su día libre para charlar en un día primaveral. Algunos juegan a las cartas, otros tocan instrumentos, creo que la hora del taichi ya ha pasado.

La reverberación de la siguiente localización hace que la dimensión aumente en todos los sentidos. La estación de Laffayet-Broadway es, sin duda, un gran acierto. Las personas se cruzan, se mezclan, interrumpen su vida, algunos hasta deciden perder trenes. Jalalu entrega su alma, juega a invitar a su trompeta, haciendo un dúo a dos manos, a dos sensaciones.

Una hora y pico de rodaje y estamos listos para subir a Harlem. El American Legion nos vuelve a abrir sus brazos. Es temprano, aún no están oficialmente abiertos. Nos quedamos en el jardín trasero, sintiendo de nuevo estar en un camping de vacaciones.

Antes de que empiece la Jam session, hoy liderada por Justin, un organista irlandés a la altura de cualquier Hammond, cenamos. La gente de este local es estupenda y curiosa. La cocinera se sienta en la mesa con nosotros, nos pregunta nuestros nombres y nos canta la carta, todo muy de andar por casa, ideal para un camping de playa. 

La música es buena, la noche divertida y cae alguna cerveza de más. Es tarde y mañana volvemos a rodar temprano. 

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