lunes, 26 de diciembre de 2011

día 40 recuperando la música

Teóricamente hoy tenemos dos rodajes, pero hemos decidido posponerlos, la semana que viene está más libre y ésta estamos más necesitados de aire que de trabajo. 
Quedo con Aline en la novena avenida con la 34 para enfrentarme a la locura del B&H, la súper tienda de cámaras, carretes y derivados, que funciona como un aeropuerto. Creo que necesitaré un par de visitas más para poder pillarle el punto a este lugar en el que todos, ataviados con sus minigorritos negros, trabajan por secciones como si fueran el engranaje de una máquina obsoleta. En la planta de arriba eliges lo que quieres, haces una cola y lo entregas, te dan un número, bajas una planta, haces cola, pagas, te dan otro número, pasas por otra sección, haces cola, entregas el número y te dan tu paquete. Todo esto viendo pasar cajas por cintas transportadoras por el techo. 
Superado el shock nos vamos a Drama Book Store, que está en la calle 40, entre la séptima y la octava a mirar libros. La charla dentro de la librería se nos alarga tanto que nos dan casi las 4, pasamos por el Chase bank y corremos a comer, en un local pequeñito frente a la public library, por 7 dólares fideos udon con vegetales y tempura. Nos quedamos con ganas de probar el helado de sésamo tostado, pero la tripa está llena después de la sopa.
Hemos quedado con el resto de la gente de clase a las seis y media en la puerta de la escuela para unas cañas navideñas. Esperamos como una hora, ni rastro de nadie... creo que hasta veo pasar una pelusa de esas del oeste. Francesco, el novio de Aline, nos propone un plan al que no puedo decir que no. 
Aterrizamos en Williamsburg, tenía ganas de pasear por esta zona especializada en gafapastas y artistas variados. Pruebo la cerveza UFO en la primera parada que hacemos, con la ilusión de que me salga un tercer ojo o me vuelva verde, pero está claro que ni la bebida cree en los extraterrestres. 
Caminamos hasta un garito pequeño y oscuro, al más puro estilo malasaña, en el que dentro de un rato y tras dos bandas nuevas, tocarán Lee Ranaldo y Steve Shelley, todo un lujo para los que fuimos, somos y seremos fans de Sonic Youth.
Hasta que llegue el momento estrella de la noche buscamos un lugar donde cenar algo amenizado con una Brooklyn Lager. Mientras pedimos unas hamburguesas nos damos cuenta de que en la mesa de al lado están ellos, son seres humanos de carne y hueso, aunque no lo parecen por la cara con la que los mira Francesco.
El concierto es el broche fantástico para un día improvisado. En el metro, volviendo a casa, me doy cuenta que tal vez esto sea Nueva York.

1 comentario:

  1. Just reading this post and remembering this great night in NYC. It always makes kind of good to know that the city remains there. Cheers from Switzerland, Francesco

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