viernes, 2 de diciembre de 2011

dia 24 what a wonderful day

Cada vez queda menos para empezar las clases y el miedo se apodera de nosotras a ratos. Hace mucho, y ya casi que tengo que pensar en años, que triste, que no nos chupamos una jornada de 8 horas seguidas de clase. Por no mencionar que serán en inglés. Nos levantamos vigorosas y decididas cuando el despertador suena, y aun así nos cuesta unas dos horas salir de casa. Aun no entiendo por qué el tiempo a veces se expande y otras se contrae.
Nos bajamos en Times Square y caminamos por la 42. El Crysler nos desea buenos días sonriéndonos con sus puntiagudas ventanas. En pocos minutos estamos en la Biblioteca Nacional. Solo la fachada ya te anima a estudiar, con su sobriedad escolástica. Merece la pena su buen paseo, porque el edificio es enorme. En la tercera planta hay salas de estudio. Muchas mesas tienen enchufes por si vas con ordenador, la conexión wifi es fantástica y gratis. Me siento en el puesto 63, las sillas, de madera con brazos a la vieja usanza, son tan grandes que te puedes perder en ellas. El silencio es digno de este techo tan alto. De vez en cuando algún paseante sacando fotos te despista, pero en vez de perderte te alegras de estar camuflada y piensas si pensaran: "Ah mira, una auténtica neoyorkina estudiando", y después te sacan una foto porque eres una especie en extinción.
A la una y algo, contentas con nuestra mini jornada laboral, volvemos a casa con la sensación de ser productivas, o al menos eso es lo que queremos creer. 
Una hora después quedamos con Sana en el Martha´s Bakery, esta vez tomamos café que vamos con la barriga recién comida. Sana es lo que nos arranca la primera sonrisa del día, es tan dulce ella como el chocolate que se toma, y lo mejor de todo, es nuestra futura compañera de piso. Nos mudamos a su casa, sin movernos del barrio, así que esta vez no supondrá un jaleo de dos horas de metro arrastrando bultos. De la 33 a la 37 hay pocas calles, menos si tienes en cuenta que no existe la 34. 
Con la sonrisa de oreja a oreja nos vamos de excursión de nuevo a Manhattan. Salimos del metro en la 103, Upper West Side, que cae cerca de la universidad de Columbus. Cenamos con Enric y Olga en el piso del cuñadísimo, un lujo de apartamento al que no alcanza nuestro bolsillo. Después de una botella de Jumilla, por aquello de rememorar patria, vamos a la quinta avenida con la 28. En el piso 20 hay una discoteca, de acceso gratuito, llena de sofás que cuenta con una terraza, en el piso 21. Antes de entrar puedes coger uno de los albornoces manta, parecidos a aquellos que anuncian en la teletienda en España a las 3 de la mañana, para no pasmarte de frío. Las vistas son tremendas, el Empire y el Crysler están justo enfrente. El sitio está bien acondicionado, con sus lámparas de calentar pollos para que no te quedes tieso y su barra que vende cafés y chocolates calientes, eso sí, no tardes mucho en bebértelo si vienes en invierno o acabará siendo un granizado. 

3 comentarios:

  1. Un dtalle a tener en cuenta lo del chocolate caliente que si no te lo tomas deprisa acaba siendo un "granizado" se nota que eres guionista
    besos con leotardos de rayas

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  2. Que bonita es la blibioteca , dan ganas de estudiar.............

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