Esta ciudad, aunque tal vez sería
más correcto decir este país, tiene muchas tradiciones curiosas dignas
de ser publicadas en un libro titulado "Culto al frikismo". Hoy toca
megaconcentración de gente disfrazada de Papá Noel u otros derivados
navideños para ir dándole la bienvenida a este momento familiar
patrocinado por Coca Cola. Si recayera en mi poder el otorgar el premio
al más original se lo concedería al señor árbol, un chico enfundando en
verde pino con luces de colores parpadeando alrededor de todo su cuerpo,
sólo por la osadía al peso de electricidad estática que ha debido de
acumular.
Toca
segundo rodaje de continuidad. Esta vez comienzo la mañana jugando a
piedra, papel o tijera con Aline para ver quién de las dos se somete al
tercer grado de salir en pantalla. Dichosa tijera, por qué siempre
elegiré mal. Vamos despacio, pero ya cogiendo ritmo, la cantidad de
planos se recorta porque alguno ha durado más de la cuenta y sino no
tenemos suficientes metros para todo. Es lo que tiene tirar en cine, que
la tarjeta de memoria no da para tanto.
La
gente me mira raro, no me extraña, yo también lo haría, definitivamente
actuar no es lo mío. Al menos se me cruza una ardilla que por fin se
para a que le haga una foto.
Acabamos a tiempo para poder correr al otro lado de la plaza a comernos un par de trozos de pizza.
Con
el tomate aún entre los dientes corremos a la primera y única clase que
tenemos de dirección de actores, algo bastante curioso teniendo en
cuenta que hacemos un curso de dirección. Aún no termino de entender
bien la estructura del curso que de promedio gana 5 a 1 foto frente a
dirección... a lo mejor se equivocaron con el título que le pusieron. El profesor pregunta que si alguien sabe
explicar el método Stalinlavsky y yo me lanzo a la piscina, contesto y
añado que me parece horrible. La réplica del profesor es
contundente: es el método con el que yo trabajo. Mi voz en off contesta:
Raquel, ¿cuándo vas a aprender a callarte?
Por
primera vez desde que empezamos las clases llego antes que Carol a
casa. Subo los cinco pisos con la intención de poder estirarme en la
cama a leer un rato.
Sana
me llama y quedo con ella en Martha's Bakery. Acabo sucumbiendo al
momento chocolateado y mi cerebro es feliz ahora que le doy el azúcar
que me pide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario