viernes, 2 de marzo de 2012

día 98 de turisteo vagabundo

Amanecemos, desayunamos y nos tiramos a la calle. Bajamos hasta el parque de Astoria para ver el Empire desde los suburbios. Me gusta la aglomeración de cemento desde este lado, sabiendo que está ahí, tangible, cercana pero distante, sintiéndome una hormiga liberada del pelotón.
Bajamos en Union Square, pasean por la escuela mientras yo intento arreglar unos papeles. Necesito una firma notarial, así que Carol les enseña el Flatiron mientras yo me desespero. Para notificar que la fotocopia de mi título es la copia del original me exigen que todos los firmantes firmen en la mesa enfrente de la susodicha señora notarina. Que alguien me explique cómo me lo monto para decirle a mi colega el Rey Juan Carlos I que se coja un avión exprés, se pase por el mostrador tres de esta sucursal y firme frente a esta amabilísima mujer para que compruebe que él es quien dice ser.
Vuelvo indignada a las oficinas de la escuela y les pregunto que si se están riendo de mí que al menos me expliquen el chiste. Yo no he visto a Bush firmando títulos en la mesa de al lado. Después de hablar con media plantilla consigo solucionarlo.
Nos juntamos de nuevo y bajamos por Broadway hasta Prince St, que Carol tiene también que pasar por su escuela. El sol nos acompaña, parece primavera más que nunca. Nadie diría que ayer estaba nevando. Mi madre aprovecha para entrar a alguna tienda a investigar, con su traje mental de Dora la exploradora. Javier saca fotos mientras intenta comprender el trazado de la ciudad y su cartelería. 
Carol baja de la escuela con su menú, cuyo plato especial del día es Acting for film. Nos entra hambre y vamos a comer.
Paseamos por Prince St camino a Greenwich Village. Descubrimos el Borgia II, un local pequeño con sillas que parecen tapones de champán gigantes, y disfrutamos de comer tranquilos en un sitio del que no nos echan corriendo.
Con la tripa llena en horario español continuamos nuestro devenir hasta Bleecker St, una calle con vida propia, plagada de curiosidades que mirar a precios no tan curiosos. 
Cambiamos de rumbo y bajamos a Litle Italy, o lo poco que queda de ella tras la invasión asiática. Javier rememora gangsters y mi madre busca collares. Todo está plagado de corazones, San Valentín acecha y la proliferación de corazones rojos vuelven las aceras horteras y desacertadas, como las flechas de ese ciego que no sabe dónde apunta.
Acabamos en Chinatown, explosión de olor, color, patas de cangrejo, bálsamos de tigre, dragones colgantes, patos lacados y demás souvenires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario