domingo, 11 de marzo de 2012

día 108 de escaparates disecados

En la ciudad de la pose, era de esperar que el Museo de Ciencias Naturales sucumbiera a la rutina establecida, lo que no imaginaba es que llegara tan lejos. 
Las vitrinas se suceden con instantes congelados de vida cotidiana, seleccionado de forma arbitraria o no, para que te puedas colar en vidas imposibles de conocer. Da cierta dentera. De alguna manera todos estamos ya familiarizados con el proceso de la taxidermia, rozando más o menos el mal gusto, pero aquí le añaden especias y picante. Podemos ver también maniquíes ataviados con taparrabos intentando sacar fuego de dos piedras. No nos convence. Todo es plástico para niños, todo es asesinato decorado de flores. Este sitio no es para nosotros.
Salimos a la calle y cuando volvemos a respirar aire, sin gritos ni pisotones, sin cristales ni rótulos absurdos, volvemos a sonreír. 

Cogemos el metro y nos fugamos raudos, de nuevo Bleecker, el Greenwich, el Soho... Pasamos por la tienda oficial del Big Lebowsky, donde otro posado ataviado con bata nos habla con pretensión grandilocuente. Cruzamos Whasington Park, más animado que nunca y caminamos hasta el comienzo, o el final, siempre todo depende de cómo se mire, de High Line, uno de mis parques favoritos. Ese momento elevado que te permite separarte del suelo y del mundo terrenal todo en uno es un descanso para el cerebro. Subimos las vías hasta que se acaban. Bajamos las escaleras que nos separan del sueño y, de repente, estamos inmersos en una zona de naves industriales. La oscuridad le da un toque siniestro al momento.

Volvemos al barrio y tenemos cena de predespedida, por fin piso el seafood de enfrente de casa. Hoy la cola no es tan infinita como era de esperar. Media hora larga y estamos dentro. Una noche de calamares fritos, langostinos a la plancha, ensaladas de queso blanco, pan con aceite, pescado al horno... Me siento como en casa.

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