domingo, 11 de marzo de 2012

día 110 hasta pronto

Javier se levanta temprano y decide darse a la aventura de Manhattan en la mañana que le queda. Mi madre y yo nos vamos de paseo al parque. Tengo un trancazo de narices acompañado de anginas. Se ve que mi cuerpo también se queja por quedarse solo de nuevo. 
Comemos los cuatro juntos. Se respiran los nervios. Sé que estamos tristes, cada uno a su manera, aunque sé que también estamos contentos, cada uno por su experiencia. El tiempo y la distancia son siempre muy relativos y nunca son lo mismo para nadie. Todo depende de lo que quieras de ellos y de lo que estés dispuesto a ceder ante ellos. 
El viaje al aeropuerto es largo, pesado, vacío. Cada vez hablamos menos. Sacamos los billetes en la terminal 3, vuelan con Delta, y nos vamos a la terminal 4 a que embarquen.
Después de besos, achuchones y lágrimas caminan hacia el otro lado de la cinta. Mi madre nos dice que nos vayamos, pero yo me empeño en quedarme. Menos mal. Cinco segundos después de casi pasar la cinta les devuelven porque el nombre no está bien escrito en el billete. 
Subimos a la planta de arriba, corro a buscar el mostrador de Delta y les ponen los nombres con bolígrafo, no termino de entender que eso sea más oficial que lo que tenían. De paso nos cuenta que el avión ha cambiado de terminal, que hay que volver a la 3. Subimos de nuevo al Airtrain, ya en respiración contenida de carrera contrarreloj. 
Otra cinta, otra despedida, esta vez menos emotiva y más nerviosa. Me espero a verles al otro lado. Pasados los detectores de metales recogen sus maletas. A lo lejos dos brazos se levantan y ondean. 
Me da pena saber que mañana ya no están.

Me encanta que hayáis venido, os quiero un montón. Sois la única cosa constante en mi vida, gracias por hacer que eso no cambie nunca.

Vuelvo triste y con más mocos y estornudos que antes. Pasamos por casa rápidas y nos vamos a cenar con Patricia. Reconozco que no tengo demasiadas ganas de nada más hoy, pero se lo habíamos prometido a Patricia. Después de una cena con vino y unas risas dispersadoras bajamos a Manhattan. Primera y última vez que voy a un club en esta ciudad. No es que sea de Clubs en ninguna ciudad, en el fondo siempre he sido una chica de garito cutre pero con solera. 

Marquee tiene cola eterna, estando en la lista pagamos 20 dólares por entrar y 5 dólares por dejar el abrigo. Dentro está todo lleno de moscones que vigilan. Pocos bailan, pocos se ríen y aún menos parecen disfrutar. La pose elevada al esnobismo, definitivamente no va conmigo. Nunca me he sentido tan fuera de lugar ni tan observada al repaso.

En fin, al menos me ha dado de sí la noche para saber que ya casi están aterrizando en España.

2 comentarios:

  1. Lastima que..............termino!
    esto es todo amigos ( excelentemente contado) e inmensamente disfrutado

    ResponderEliminar
  2. terminó? o se abrió la puerta a otra aventura? quien sabe? o si se sabe!
    ains vivan las visitas y sobretodo de la gene a quien quieres y mucho.
    Pero no te olvides de que lo mas constante de tu vida eres TU! grande!

    ¿que raras son las cosas no?, te estoy cojiendo mas cariño del que ya por sí te tenía! y eso que estas lejos, o cerca, o cercamente lejos....

    Çes la vie (creo que se escribe así)

    muchos besos grandes, pequeños y medianos, para que quepan en todo tipo de bolsillos! :D

    Dieguito!!

    ResponderEliminar