domingo, 25 de marzo de 2012

dia 122 primer encuentro con Mister D

Las piernas doblan un poco más, ya no soy un playmobil. 
Desayuno y a clase. Estoy enamorada del espacio de este edificio. Quiero una casa así, con cristaleras enormes por las que se cuela el sol, con un paraíso de hormigas a los pies desde el silencio de la altura (no olvidemos que está en pleno meollo de Broadway), con techos altos y blanco infinito. ¿Por qué no tenemos nosotras un loft así en Nueva York? ¿o en Berlín, o en Copenague, o en...?
Conozco al profesor de elementos de narrativa. Lo primero que nos dice es cual es su nombre para a continuación decirnos que si nosotros nos queremos dirigir a él le tenemos que llamar por su apellido y no olvidar precederlo de la palabra Míster. Distancia de entrada. Habla enfadado, o se enfada hablando. Actúa, mucho, a veces creo que se ha equivocado de profesión o que las compagina. Los personajes que interpreta son violentos, bífidas arpías resentidas. El cuello se le hincha hasta que se multiplica. Parece interesante en general.

Por la noche Carol me acompaña a ver un piso en el barrio. La casa resulta ser una caja de zapatos. Miro el sofá, miro el culo de la dueña, miro el mío... está claro que aquí hay algo que sobra. Paseamos un poco sin rumbo y volvemos para cenar.

1 comentario:

  1. Yo tampoco entiendo por qué no tenemos un loro así! Por más que pienso no le encuentro la explicación...

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