domingo, 4 de marzo de 2012

día 102 una velada con Aretha

Se proclama mañana de libre albedrío. Mi madre y Javier se van a pasear por Queens, Carol se baja a Manhattan con Jo. Yo decido empezar a correr.
Les dije que me trajeran las zapatillas, era una prueba para mi cerebro. Sutilmente las coloqué en el pasillo a la entrada de casa para que todos los días me recordaran que tengo que hacerlo. Me he sorprendido a mí misma. Me ha sentado fenomenal correr a la rivera del East River, viendo Manhattan de fondo, acercarse a cada zancada que avanzaba. He llegado a casa con ganas de más, eso siempre es buena señal, ahora más que nunca. Estoy dispuesta a superar los 21 días de dolor para encontrarme con los siguientes de alegrías. 
Comemos en casa, un poco más tarde de la cuenta, y salimos rumbo a Times Square. Esta vez no nieva. Nos encontramos con Carol que camina con Jo por la calle después de haberse hecho un viaje de ida y vuelta a Staten Island. 
Paseamos tranquilos, hoy pueden disfrutar de la plenitud del derroche energético que regalan estos metros cuadrados.
Subimos hasta el Radio City Music Hall. El concierto empieza a las 8 pero las puertas las abren a las 7. Nos acercamos a una de las colas pensando que es la de entrada y resulta que es un tumulto despistado entorno a la limusina de la reina del Soul, que sale muy digna, con un pañuelo de flores leopardas atado a la cabeza seguida de un séquito de dos maromos 4x4 cargados con el vestuario envuelto en bolsas de plástico blanco. La mujer de delante nos explica que siempre lleva pañuelo antes de actuar.
Entramos en el templo que suma 6000 butacas. Espectacular en todos sus sentidos y en sus cuatro plantas. Intento imaginarme a mi abuelo, hace algo más de medio siglo cruzando esta puerta para ver a las Roquettes viniendo de la España de posguerra.

El teatro se llena a reventar, no vemos ni un hueco vacío. Con sus 70 años la dama del respeto se marca un show de más de dos horas. Yo esperaba más Sam Cooke y menos Whitney Houston, pero es lo que tiene que todo sea tan reciente. 
Al acabar el concierto me faltan mil temas pero es asombroso comprobar que sigue teniendo el mismo chorro de voz imponente y que es una persona de carne y hueso capaz de cantar descalza cuando se cansa de los tacones.

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