domingo, 29 de enero de 2012

día 72 sexo en nueva york a lo pobre

Intento aprovechar la mañana para trabajar, recalco la importancia del verbo, intento, porque finalmente no he conseguido nada productivo. 
Quedo con Carol y con Jo en Chambers, vamos a comer a un restaurante que han descubierto camino al nuevo edificio donde dan clases, ya van 5 mudanzas. La escuela cada vez demuestra más y mejor su eficiencia. 
Kitchenette, que está en el 156 de Chambers St, es un curioso restaurante en el que rebosa el rosa, las cupcakes y la cocina casera con cariño al más puro estilo abuela de toda la vida. Los camareros son muy amables, todos uniformados con pañuelos de colores en la cabeza, y te dejan quedarte, tranquilamente, a reposar la comida mientras te siguen rellenando el vaso de agua.
Comemos muy bien, hablamos durante horas de todo un poco, rematamos con una magdalena de chocolate rellena de crema de cacahuete, recomendación de la casa. Me escapo al baño a hacer unas fotos, teniendo en cuenta la decoración promete toda una experiencia. La visita no me defrauda. Al volver un camarero habla con las chicas, es también actor. Me siento, me mira, me dice que yo no soy actriz, que debo de ser directora porque se nota que pienso. Carol dice para dentro ¿es que nosotras no?, yo me digo ¿tan fea soy?

Con la tripa bien rellena paseamos, un poco sin rumbo, hasta la segunda avenida. El destino está claro, pero no tanto el camino. Tras algún traspiés conseguimos llegar al Anthology film archives una recomendación que agradezco a Miguel, aunque haya decidido revelármela con mil siglos de retraso. Todavía no está abierto, así que nos refugiamos en un bar que está cerca. Hoy es el día del camarero social y la de este curioso local, con aspecto de tasca clandestina de los años 30, oscura y recogida, nos recomienda el vino caliente con especias. Sienta bien, mejor aún cuando nos ponen de regalo la primera tapa que he visto desde que he llegado aquí. El chef os quiere obsequiar con unas crepes dulces, nos dice la alemana que sirve las mesas. Otra sorpresa inesperada que acompaña muy bien el poso del vino. Sin que nos demos cuenta se nos ha ido la tarde.

Antes de volver a casa, me hago socia del Anthology, todo un regalo si eres estudiante.


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