domingo, 29 de enero de 2012

día 71 saliendo de la ciudad

A las 6:20 de la mañana nos tenemos que encontrar en la esquina de la octava con la 42. Llego un poco antes, lo suficiente como para comprobar que la frase "la ciudad que nunca duerme" es real, aunque en Times Square, con tanto derroche de bombillas, es difícil saber con exactitud qué hora es. 

Estoy contenta, por fín salgo a respirar fuera del hormigón. Nos espera por delante algo más de tres horas de viaje, unas tres horas y media de rodaje, otras tres horas de viaje y, para rematar, otro rodaje en Union Square. El día se promete entretenido y aún ni si quiera ha amanecido.
Aline, Luona y yo hacemos cola en la estación, el autobús está mucho más lleno de lo que pensábamos. 
Esperemos que nadie diga nada cuando a mitad del viaje saquemos el despliegue de  cámara y el acople para el hombro que parece una metralleta con visor.

El campo desde NYC hasta Albany es precioso, plano, nevado, plagado de árboles eternos que estiran sus ramas secas y puntiagudas hacia un sol inexistente. Me invade la paz y las ganas de pasar unos días en alguna de estas granjas. Tendré que enterarme y proponérselo a Carol.
Al llegar a Albany el vacío se manifiesta. Es curioso que este pequeño lugar con aspecto de ciudad de provincias de octava sea la capital del estado. Todo está nevado, poca gente se aventura a ensuciar el blanco de las calles. 
Vamos directas a Corning Tower, el edificio más alto del estado sin contar los que están dentro del perímetro de NYC. Entrar es gratis, otra gran diferencia. Cuando descubrimos, después de preguntar setenta veces, cómo funciona el ascensor, llegamos a la planta 54. La ciudad desde aquí parece aún más diminuta y sosegada, sólo algún coche se desplaza por la maqueta. 
Trabajamos rápido y con el rabillo del ojo siempre puesto en el reloj. 8 localizaciones, en un radio de unos 15 minutos andando desde la estación. Para rematar la jugada del descaro entramos en un restaurante y plantamos el trípode en todo el medio, como si el local fuera nuestro. 
Rodar en Albany es maravilloso.

Con un par de hamburguesas en la mano, que a Aline y a mí no nos ha dado tiempo a comer del todo, volvemos a la cola del autobús, con los dedos cruzados para que suba menos gente. 
La gente se empieza a sentar, todos bien distribuidos y espaciados, aunque teniendo en cuenta que el aire acondicionado está a todo trapo deberíamos apretarnos todos en dos asientos para al menos darnos calor de alguna manera. Nadie se atreve a quitarse el abrigo, ni los guantes y el gorro. 
La entrada a Manhattan es fugaz. Queda algo de sol que regala unos últimos planos a Aline.
 
Ya van muchas horas en pie pero estamos tan contentas con el resultado, con la actuación de Luona, con que no nos hayan detenido por grabar sin permisos, con el viaje, con respirar aire aireado, con... que decidimos regalarnos una cerveza antes del siguiente rodaje. La Stella sienta de maravilla en estas ocasiones.

Cuando entramos en la escuela para encontrarnos con Djibril creo que el cansancio no me deja ya ni recordar bien mi nombre. Recogemos material, chequeamos material, cambiamos material. Chequeamos material, cambiamos material. Chequeamos de nuevo material y de nuevo tenemos que volver a pedir que nos cambien cosas, esto parece el día de la marmota. 
Los actores llegan tarde. Djibril está nervioso. Se supone que rodamos dentro de un aula pero antes de que nos demos cuenta nos la han robado. Bajamos a reclamar y resulta que la escuela se la ha dado a dos alumnos a la vez. Cada vez me gusta más la organización que se gastan.

Resumiendo: devolvemos material, reubicamos fechas de rodaje y cada mochuelo a su olivo. 

Cuando por fin llego a casa no sé si quiero comer, dormir, ir al baño o hacerlo todo a la vez.

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