miércoles, 11 de enero de 2012

día 59 de nuevo momento comediante

Cinco horas de dirección, con el señor profesor que tenemos, un hombre-niño casi albino, adicto al cafefrappe avainillado del Sturbacks, con más años que ideas en la cabeza y casi con más testosterona que gestos quinceañeros american pie por minuto. Hace que uno se piense dos veces si va o no a clase.
Pero como he pagado por esto y me propongo mantener el listón alto de marisabidilla europea, seria y seca como un ajo y auténtica chinche tiesa ante sus chistes soeces, no pierdo la ocasión de ser la única que no enseña los dientes en su clase. 
Esta vez no se atreve a criticar mi ejercicio, todo un detalle por su parte. Vamos ganando en odio mutuo, pero dentro de eso nos respetamos cada uno a su manera, yo no le doy bola, él nunca pone dos veces mis ejercicios, cosa que sólo hace conmigo. Tampoco la gente comenta nada. Hoy es él el que dice que nadie abre la boca por envidia. No sé si eso me gusta teniendo en cuenta que viene de él. 
La clase acaba antes de tiempo, se le ha debido de agotar el set de tarjetas de cartón con chistes. Nota mental (que se traspapela de su voz en off): la próxima vez preparar más espectáculo por si las moscas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario