lunes, 9 de enero de 2012

día 54 se acaba el año

La mañana pasa deprisa, compro comida, una botella de vino y otra de champagne. Paso por la tienda de segunda mano y hay un vestido esperándome. Me queda como un guante aunque parezco Miércoles, de la familia Adams, así que dos por uno, ya tengo traje de carnaval.
Este año toca entrada y salida de año doble, a ver si se multiplica también la suerte.
A las 5:45 en punto estamos listos frente a los ordenadores, Carol conectada con su familia, yo con la mía a un lado de la pantalla y TVE al otro. Ver a Mota y a Igartiburu desde aquí hace que me resulte más pintoresco que nunca. Sana, Asma y Jose están pendientes, cada uno con su bol de uvas. Yo me pongo nerviosa como todos los años, es el único momento de las navidades que me gusta, saber que voy a vivir uno más siempre me hace ilusión. Nos comemos las uvas un tanto desincronizados, el Skype lleva menos retraso que la tele, cuando en nuestras casas van por la quinta, Mota canta la primera. 
Después de comernos las uvas, que aquí son más fáciles porque no tienen pepitas, nos besamos y abrazamos en esta nueva minifamilia que tenemos. 
Yo lloro un poco, como todos los años. Echo en falta la canción de Mecano "otra vez el champán y las uvas y el alquitrán..."
Presentamos a nuestras familias de pantalla de ordenador a pantalla de ordenador por el Skype, vamos ganando en surrealismo, y eso que aquí son sólo las 6 de la tarde. 
Cenamos todos juntos. La sección argelina se queda en casa, la sección española se va de fiesta.
Llegamos al Centro Español media hora antes de que empiece la cuenta atrás oficial en estas latitudes. Hay Estrella de Galicia y el patriotismo nos invade. Vemos en pantalla gigante, y con menos euforia, el cambio de año oficial, que tiene lugar en Times Square, a pocas manzanas de donde estamos. Aquí cuentan 10, después del 1 dicen happy new year y cada mochuelo a su olivo. Nos parece muy soso y echamos de menos un auténtico momento de charanga y pandereta. Debería sonar Paquito el chocolatero, pero no suena.
La fiesta, como siempre, la acabamos haciendo nosotras. Cuando se va el plasta del súper del edificio, y desaparecen las soporiferas rancheras, la música acompaña y bailamos como si no hubiera mañana. Suenan los Beatles, Soul al más puro estilo Detroit y algo de ese primer Rock&Roll que es mágico. Jo no deja la pista de baile tampoco. Se nos acaban uniendo un grupo de auténticos newyorkers, que por fin podemos confirmar que existen.
La fiesta termina con churros y chocolate que, aunque parezca que están hechos hace un mes, los disfrutamos como si los acabáramos de comprar en la puerta del sol. 
A eso de las 6:30 llegamos a casa reventados después de 12 horas de celebración, otro año más a la lista.

Feliz año a todos.

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