domingo, 1 de julio de 2012

día 203 despidiendome de Queens

Me vuelvo a cruzar la ciudad para reencontrarme con Astoria y sus recuerdos. Risas, sueños e ilusiones de dos novatas españolas que se transformaron en newyorkers.

La primera parada es obligatoria. Último paseo por la tienda de segunda mano, digo adiós a los chicos y me llevo un vestido.

Paseo despacio la manzana y media que me separa del Acropolis, el segundo edificio en el que viví y al que llegué hace algo menos de 200 días. El seafood ha montado mesas en la calle aprovechando el calor, la lavandería sigue teniendo lavadoras que giran y el trademarket vuelve a tener todas las coca colas al aire libre, ahora recalentándose.

Entro en el Acropolis. Patricia y Antonio están más felices que nunca. Ella me enseña su anillo de princesa antes de irse a trabajar, él, sonriente, mira de reojo. En un año serán una pareja casada. Me alegro por ellos porque sé que su futuro es infinito. Como macarrones con Antonio entre Nueva Orleans, los Play Off y la vida en el extranjero. 

A pleno calor, con el sol aún bien alto, me despido de mi vida aquí y miro por última vez una historia que se escapa.

Metro hasta el estadio de los Nets con Antonio. No puedo irme de aquí sin haber visitado esa bola del mundo que me esnseña todo lo que me queda por descubrir. Menos aún con la suerte de compañía que llevo. 

La lista de gente que voy a echar de menos crece sin parar.

Vamos a Manhattan a buscar a Patricia. Caminamos sin destino fijo con un calor que nos persigue hasta en la sombra. Pruebo otra experiencia que casi me pierdo, asomarme a un episodio de los Simpson gracias a entrar a la tienda de Apu a tomarme un fresisui, azul, con sabor a Petas Zetas.

Acabamos en el High Line. Las hamacas están animadas, la ciudad parece estar de vacaciones.


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